Fragmento de la transcripción de la 15ª clase impartida por el profesor Harkin Galve Foavarno, en la Universidad Sailon del planeta Astaldë de la Galaxia Vía Láctea. Primer trimestre del año 30.126:
[…]
¡Chicos, volved a vuestros sitios! Vamos a continuar con la clase teórica.
Como acabamos de comprobar en la clase práctica, el cerebro de un robot es muy delicado. ¡por favor!, Hitomi, ¡déjalo de nuevo en el arca magnética!
Veamos…Una pregunta… ¿creéis que los robots pueden engañar a los humanos? No, no me respondáis ahora, pensadlo y lo comentamos mañana ¿vale?
Ahora vamos a ver una película. Si, ¡de verdad!,… (risas y vítores se extienden por la clase). Vamos… vamos, un poco de silencio, por favor… Así está mejor. Dejad espacio en medio del aula. Así está bien…
La película está basada en una historia real que sucedió hace años.
Por favor, Susan, apaga la luz. Empezamos….
El sistema holográfico proyectó las primeras imágenes de la película.
El aula se convirtió en un amplio y elegante salón. La chimenea iluminaba un sillón de piel de un Samhäin.
Apareció el narrador. Parecía real. Casi se le podía tocar. Se sentó en el sillón y comenzó a narrar:
Nos encontramos en el planeta Arathân, en el año 30.054 d.C. Los protagonistas de nuestra historia son un joven escritor de ciencia-ficción, llamado Marcos Laznamür Hânne, y su robot, de apariencia femenina, Sisath-69.
Marcos había escrito un primer libro muy prometedor y algunos pequeños relatos, pero desde hacía unos meses, su musa de inspiración había desaparecido. Siempre había creído que su capacidad para inventar argumentos interesantes para sus relatos duraría siempre. Pero últimamente, no se le ocurría nada, y lo poco que se le ocurría era aburrido a más no poder.
Sisath-69 había pertenecido a su familia desde tiempos de su bisabuelo Arthfaël. Éste lo había comprado en una pequeña tienda de artículos de robótica, en uno de sus viajes por otras lunas y planetas, por un precio relativamente bajo, debido, decían, a que tenía un pequeño desajuste en su cerebro cuántico, y, aunque las Tres Leyes de la Robótica estaban correctamente implantadas en su cerebro, tenía cierta inclinación a sortear la legalidad para conseguir lo que se proponía. Dado que Arthfaël en ciertas ocasiones se dedicaba a actividades no demasiado limpias, le vino de perlas los servicios de Sisath-69 (pero eso es otra historia…).
Durante la vida operativa de Sisath-69, que fue larga y muy fructífera (esa también es otra historia…), el robot fue sometido a varias transformaciones, tanto en su aspecto físico, como cuánticas en su configuración mental. La más llamativa y visible fue la que concernía a su tipo de “piel” (…acordaros que ya vimos en clases anteriores que, básicamente, los robots humanoides han tenido tres tipos de “piel” a lo largo de su historia: aleación de diversos metales, compuestos plásticos y sus derivados y, finalmente, piel y carne sintética, aunque ésta última desde no hace mucho tiempo y solo para casos muy especiales, dado su alto coste…). Cuando Marcos adquirió a Sisath-69, como parte de la herencia familiar, ésta tenía un aspecto difícilmente diferenciable del humano real, ya que, por motivos aun hoy no totalmente aclarados, el robot disponía de piel y carne sintética. Prosigamos…
Marcos y Sisath-69 se llevaban bien, el humano confiaba en el robot, y ella,… si, lo cierto es que, aunque biológicamente el robot no tiene sexo, emocionalmente Marcos llegó a verla como mujer y no como una máquina. Ella apreciaba, obedecía, protegía y daba apoyo y consejo al joven escritor. Su cerebro cuántico disponía de ciertas cualidades que la hacían especialmente valorada.
– ¡Estoy desesperado! –le dijo Marcos a Sisath, una mañana, durante el desayuno– no se me ocurre nada bueno que escribir. ¡Y ya llevo demasiado tiempo así! Si no fuera por la herencia familiar y mis inversiones…
– Yo puedo ayudarte –le contestó Sisath– Podría hacer que volvieras a escribir novelas absolutamente increíbles. ¿Confías en mí? –le preguntó.
– Si –respondió él
– Sin embargo, tengo que advertirte que lo que te voy a proponer puede que no te guste demasiado.
– ¿Por qué? ¿Acaso me vas a proponer que matemos a algún escritor famoso, le robemos sus manuscritos y los publique como míos? No sabía que fueras de ese tipo de robots. Te tenía por una buena persona, Sisath –le contestó con ironía.
– No, no es eso, no hará falta matar a nadie, pero si plagiar algunas ideas del futuro –le dijo enigmáticamente.
– ¿Cómo del futuro? –preguntó algo desconcertado el joven.
– Si, del futuro…, creo que es el momento de contarte algunas cosillas de mí que desconoces.
Sisath le contó que ese pequeño desajuste cuántico suyo que tenía su cerebro la permitía viajar en el tiempo, ya que podía crear lo que ella llamaba “El Pórtico Hellë”. Le contó que, antes de que su bisabuelo la comprara en la tienda de robótica, ella había vivido con su constructor, un anciano sabio, llamado Hellë, que había descubierto en un planeta remoto una fuente de energía especial capaz de crear pórticos transdimensionales, que permitían viajar en el tiempo. Gracias a sus grandes conocimientos en robótica, Hellë consiguió incorporar en el cerebro de Sisath dicha fuente de energía.
Una desdichada noche, Hellë fue atacado por un grupo de ladrones, le mataron y le robaron sus pertenencias, ella incluida. Dado que por aquel tiempo el aspecto físico de Sisath no difería mucho de los robots de baja calidad, fue vendida por los ladrones al dueño de la tienda de robótica, y así fue como el bisabuelo de Marcos la encontró, la compró y se la llevó a su casa.
Marcos no salía de su asombro, al oír a Sisath. No era que no la creyera, pero necesitó tiempo para similar tal asombrosa noticia.
– Es más -añadió Sisath- durante todo este tiempo desde entonces, hasta hoy día, he aprendido a manejar mi fuente de “Energía Hellë” de tal forma que puedo adquirir información, cualquier tipo de información, del futuro sin necesidad de tener que ir físicamente allí.
– Anonadado me dejas, Sisath –alcanzó a decir el joven– Entonces, ¿qué papel ocupa todo esto en tu plan para que vuelva a escribir?
– La idea es la siguiente: me conecto al futuro, a través del “Pórtico Hellë”, a una época en la que exista algún escritor famoso, copio alguno de sus mejores relatos, incluso novelas, etc…, ¡lo que necesites!, y, a través de mi propio sistema de comunicación, te traspaso el argumento, la idea, etc… del libro, de forma que, a todos los efectos fuera como si se te hubiese ocurrido a ti solo todo el contenido del libro. Es muy importante que dicho traspaso de información entre tú y yo se haga de esta manera, ya que de otra forma sería detectable mi intervención en todo el asunto, y se te podría acusar de que yo fui realmente la autora de tus novelas y relatos. ¿qué te parece? ¿Aceptas la idea?
– Acepto. No me queda otra opción si quiero volver a escribir algo bueno.
Lo que ocurrió a continuación fue asombroso. Intentaré explicarlo lo más claramente posible:
Fuimos a la gran biblioteca, en nuestra casa. Sisath despejó un amplio espacio en medio de la sala, y se colocó en medio de ella, de pie. Retiró una porción de piel de su brazo izquierdo y tecleó una serie de comandos en un teclado holográfico que apareció en frente suya. En ese momento, todo su cuerpo se iluminó, y una especie de corriente de aire la envolvió. Poco a poco su cuerpo fue perdiendo consistencia hasta que casi fue totalmente trasparente. Yo no salía de mi asombro, pero permanecí callado en una esquina de la biblioteca, intentando comprender lo que estaba viendo.
Durante las siguientes dos horas, Sisath permaneció en ese estado, con breves instantes en los que desaparecía totalmente. Al cabo de dicho tiempo, fue volviendo, poco a poco, y recuperando su corporeidad, hasta que terminó todo el proceso.
– Ya lo tengo –me dijo– tengo lo que quería. Ahora solo falta trasmitirte toda la información.
– ¿Cómo lo harás? –la respondí.
– Será fácil –me respondió con una sonrisa misteriosa.
Efectivamente, fue sencillo. Os lo explicaré:
Sisath me hizo sentar en el suelo, en medio de la biblioteca. Ella se sentó detrás de mí. De su dedo índice de la mano derecha sacó una especie de aguja. Con mucho cuidado me la clavó en la base del cráneo. Durante unos quince minutos permanecimos en esta posición. Yo sentía un ligero calor en la nuca, pero no me molestaba. Después, Sisath retiró la aguja, me curó la pequeña herida producida por el pinchazo y nos levantamos del suelo.
– Ya está –me dijo Sisath.
– Ya está ¿qué exactamente? –la pregunté algo confundido.
– Te acabo de trasmitir la información suficiente para tus dos próximas novelas. Serán de ciencia ficción y conseguirás con ellas un éxito y un renombre impresionante en todo el mundo y en gran parte de la galaxia.
La verdad es que yo no me sentía distinto. Es más, no tenía la sensación de saber cual serian los argumentos de esas dos novelas de las que me hablaba Sisath.
– Ahora descansa y ya verás mañana –me dijo
Al día siguiente, Sisath me condujo a mi despacho y me hizo sentar en la silla frente a la mesa. Me puso delante mi ordenador personal y me dijo:
– Ya puedes empezar a escribir.
Yo no salía de mi asombro.
– ¿Escribir qué? –casi la grité– yo seguía sin saber cómo iba a escribir nada. !Si ni siquiera sabía el argumento de la novela!
Yo pensaba que, tras la transmisión de informacion que me hizo Sisath en la biblioteca, mi mente sería una especie de hervidero de nuevas ideas y asombrosos giros argumentales, que me permitirían escribir sin casi pensar. Sin embargo, nada era como creía. No sabía nada.
– Tu solo ¡¡IMPROVISA!!, cariño –me dijo sencillamente Sisath.
Ante tal respuesta, solo hice lo que podía hacer. Me relajé y, confiando en Sisath, improvisé.
Fue genial, asombroso, indescriptible, ¡!!alucinante!!!. Durante los seis meses siguientes, se me ocurrieron las mejores ideas que nunca tuve. Escribí las dos novelas de ciencia ficción. Los personajes eran perfectos. De carne y hueso. Los diálogos eran sinceros, creíbles, conmovedores. El argumento de las novelas agarraba al lector y no le soltaba. Era interesante, inteligente…, tenía humor, aventuras, intriga, misterio, un punto sexual muy reconfortante…, es decir, lo tenía todo.
Cuando las tuve terminadas, me puse en contacto con mi antiguo editor. Le conté que tenía dos nuevas novelas listas para ser publicadas…, evidentemente no lo conté nada de cómo las había conseguido.
Al cabo de dos meses, la primera de las dos novelas fue publicada. Tuvo un éxito estremecedor.
Al año siguiente, se publicó la segunda novela. Esta vez el éxito fue incluso mayor. La crítica especializada la alabó. Los lectores la devoraron. Las ventas se dispararon. Fue, sencillamente ¡!apoteósico!!
Ahora, sin embargo, viene lo más misterioso.
Tras estas dos novelas, no solo no se me agotó la imaginación, sino que fui capaz de seguir escribiendo novelas casi con el mismo éxito que estas dos primeras. Incluso hubo algunas que lo tuvieron mayor si cabe. No fue necesario que Sisath tuviera que viajar al futuro de nuevo…,al menos para esto… pero eso es otra historia…, lo cual, si queréis que os sea sincero, me alegró mucho, ya que, al fin y al cabo, no me hacía ninguna gracia saber que mis novelas se basaban en argumentos que otros escritores habían imaginado en el futuro (además, al plagiarles en el presente, dicha novela no sería escrita en el futuro por su legítimo inventor, lo cual me hacía sentir peor, incluso).
Desde entonces mi vida ha sido larga, próspera y muy placentera. Seguí escribiendo libros, casi todos de ciencia ficción, aunque también toqué algo de historia, poesía y alguna obra de holo-teatro, aunque, evidentemente, se me conoce más como escritor de ciencia ficción. Sisath siguió viviendo conmigo. Hemos sido muy felices.
Hay algo más que necesito contar. Ahora ya soy viejo y puedo decirlo. Hace unos meses Sisath me lo dijo.
– Marcos, por favor, ven un momento. Creo que es necesario que sepas algo importante.
– Dime –le contesté, algo intrigado.
– ¿Recuerdas cuando viajé al futuro y te trasmití las ideas necesarias para que pudieras escribir tus dos primeras novelas de ciencia ficción?
– Pues claro, como se me iba a olvidar –la respondí, aun más intrigado.
– Pues te engañé –me dijo
– No entiendo… ¿a qué te refieres?
– Te engañé. El viaje al futuro fue real, en eso no te mentí. Pero realmente no te trasmití ninguna informacion. Las ideas que tuviste para escribir esas dos magníficas novelas fueron todo tuyas. Yo no intervine para nada en ellas.
– Pero…., ¡eso no puede ser! –la respondí.
– Si, fueron tuyas. Fue como cuando un enfermo se toma un placebo en lugar de una medicina real. Yo sabía que tú podías escribir esas novelas sin necesidad de plagiarlas de nadie. Te conozco y sabía que solo necesitabas un impulso para ello. Por eso se me ocurrió lo del plagio. Aproveché mis capacidades y la existencia de mi “Pórtico Hellë” para crear las condiciones necesarias para que te convencieras de que todo lo que te contaba era real. Necesitaba someterte a una experiencia sobrecogedora para conseguir lo que me proponía. De otra manera, no hubiera sido posible.
Permanecí callado mientras Sisath me contaba todo esto. Estaba que no lo podía creer. Sin embargo, la creí…. Otra vez. Confiaba en ella y ella me quería.
Ahora tengo que marcharme, Sisath me está llamando.
El anciano narrador se levantó del sillón y, con paso lento, se fue alejando hasta desaparecer tras una puerta que daba al jardín de la casa.
La proyección finalizó y el amplio salón se desvaneció. El aula volvió a aparecer.
– Bien… ¿qué os ha parecido?…, Susan, por favor, enciente las luces. ¿Alguna pregunta? Si, Robert… dime…
– ¿Por qué Sisath no permitió que Marcos plagiara alguna novela del futuro?
– Recordad que Sisath tenía implantadas las Tres Leyes de la Robótica. En concreto la 1ª Ley, que impide que un robot cause daño o, por omisión, permita que un ser humano sufra daño. Si hubiese permitido que Marcos plagiara el argumento de alguna novela del futuro, estaría causando un daño al escritor del futuro al que se le plagiara. Pensad también que el daño al que se refiere la 1ª Ley no solo es daño físico, sino también daño emocional. Los perjuicios tanto emocionales como económicos que sufriría el escritor del futuro son incompatibles con la 1ª Ley. Además, Sisath conocía lo suficientemente bien a Marcos como para saber que el permitir el plagio también le afectaría negativamente y, en virtud de las Tres Leyes, ella no podía perjudicarle en ningún sentido.
Bien…., por hoy es suficiente. Mañana continuaremos… leeros el Anexo IV, correspondiente a las implicaciones psico-emocionales que afectan a la configuración cuántica de los cerebros de los robots y sus aplicaciones prácticas más frecuentes… (se oye algún murmullo de desaprobación) vale, vale… solo son 256 páginas…, no es para tanto. A cambio durante la clase práctica de mañana os traeré un robot y veremos que no solo sirven para realizar tareas domésticas…, os mostraré algunos casos prácticos…, alguno de ellos bastante espectaculares, ya veréis.
[…]
INFORME: “DX-861/Lossë-53/BRYS”
• Harkin Galve Foavarno (30.091 d.C. – 30.178 d.C.): Ingeniero de Robótica e Inteligencia Artificial, inicia el curso de “Introducción a la robótica” en el 30.126 d.C., en la Universidad Sailon del planeta Astaldë de la Galaxia Vía Láctea.
• Marcos Laznamür Hânne (30.021 d.C. – 30.141 d.C.), famoso escritor de ciencia ficción.
• Sisath-69: robot transdimensional clase Almarë.
• Analizar toda la informacion disponible sobre el bisabuelo Arthfaël y el anciano sabio Hellë: Prioridad muy alta – HYDD/231.
Resultado de la desencriptacion-h192his: correcta.
Tramitada analítica-wq33/z71m.
Mantengan vigilancia nivel: Aoi-87y
Tres Leyes de la Robótica:
• 1ª ley: Un robot no puede causar daño a un ser humano ni, por omisión, permitir que un ser humano sufra daños.
• 2ª ley: Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, salvo cuando tales órdenes entren en conflicto con la Primera Ley.
• 3ª ley: Un robot ha de proteger su existencia, siempre que dicha protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.
• El anciano sabio Hellë:
• Robot Sisath-69 (cuando aun se la podía distinguir como robot visualmente):
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N. del A.:
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