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1188. Redescubriendo la Tierra

Tendría unos doce años la primera vez que oí hablar de Diego Álzaga de Suffolk y del planeta Tierra. El colegio nos había llevado al museo de ciencias y allí vimos un documental sobre él y su increíble descubrimiento.
―¿Qué hay de comer, mamá? –le pregunté a mi madre cuando regresé a casa.
―Muslos de e’atkal asados con berenjenas fritas, tus preferidos.
―Mamá, ¿es cierto que existe la Tierra?
―Sí, cariño.
―En el museo nos han contado que Diego Álzaga fue un explorador galáctico muy valiente –su lema era: «Sigue el camino adonde te quiera llevar»–; y que se enfrentó a las autoridades de su época cuando propuso la Teoría de la Tierra, y que estuvo en la cárcel y que a punto estuvieron de ejecutarle por alta traición y herejía. ¿Es cierto?
―Sí, hijo. En aquellos tiempos contradecir la Ley de Vida estaba muy castigado.
―¿La Ley de Vida, mamá?
―Verás, Einëe, en aquella época se pensaba que la humanidad era el resultado de la uniformidad genética lograda entre las diversas civilizaciones que poblaban la galaxia, de modo que, con el paso del tiempo… de mucho tiempo… al irse interrelacionando y mezclando entre ellas, llegaron a ser como eran entonces; y esa creencia se convirtió en la Ley de Vida. Sin embargo Diego Álzaga, y otros como él, comenzaron a hacerse preguntas y a poner en cuestión dicha ley, pues había cosas que no encajaban: discrepancias genéticas, paradojas, la propia existencia de alienígenas no humanos… y cosas así.
―Entiendo. Por eso persiguieron a Álzaga; por defender la Teoría de la Tierra según la cual nosotros… bueno, nuestros primeros antepasados… es decir, la vida humana… surgió en un solo planeta, la Tierra, y de ahí se fue expandiendo por toda la galaxia.
―Exacto.
―Pero, mamá, si realmente la humanidad procedemos de la Tierra, ¿cómo es que llegamos a olvidarlo?, ¿por qué olvidamos la Tierra?
―Bueno, la galaxia está en expansión y los planetas están muy lejos unos de otros, Einëe, y, al expandirnos, la distancia, el paso del tiempo, las guerras, la propia historia de cada planeta… hizo que nos fuéramos olvidando de nuestro origen. ¿No te pasa a ti que pierdes el contacto y llegas a olvidar a los amigos que conociste durante las vacaciones?…
Sí, damas y caballeros, aquella visita al museo marcó mi vida. Luego supe de los ímprobos esfuerzos de Álzaga por confirmar su teoría; de sus arriesgadas expediciones en busca de cualquier pista que le llevara hasta la Tierra; de sus enfrentamientos con piratas sin escrúpulos, pues las leyendas hablaban también de tesoros de incalculable valor relacionados con el origen de la vida humana; y de cómo finalmente Álzaga y su equipo descubrieron aquel pequeño planeta azul de legendaria memoria, cuna de la humanidad. Y eso me llevó a querer conocer la Tierra y a querer darla a conocer allende las estrellas. Y es por eso que estamos aquí reunidos, damas y caballeros; así que, coincidiendo con el quinientos aniversario de aquel sorprendente descubrimiento, me es grato inaugurar, aquí en la Tierra, este magno museo que, junto a otros similares extendidos por todos los mundos habitados de la galaxia, darán a conocer la inestimable vida de Diego Álzaga de Suffolk en pos del conocimiento de nuestro origen. (Aplausos de los asistentes al acto.) Y ahora, si me disculpan ustedes, he quedado con mi madre que, según creo, me tiene preparado uno de sus espectaculares platos de muslos de e’atkal asados con berenjenas fritas. (Risas.)

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
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