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• (Csi198) – Juegos Olímpicos.
Los participantes se sitúan en la línea de salida; suena la campana y se inicia la carrera. El número 3 toma la delantera aunque el 5 consigue igualarle, mientras el resto les persiguen con inusitado esfuerzo. Sin embargo, a media carrera, el número 4 esprinta de forma desconcertante y toma la delantera en dura riña con el número 1 que le empuja de forma descarada; el público abuchea. En el último tramo los cinco corredores se disputan heroicamente el triunfo. Finalmente el número 2 vence por medio cuerpo de ventaja; el público lo festeja.
―¡Cuidado, que viene! –avisa de repente un anciano de la primera fila del público.
―¡Rápido, recogedlos, que no los vea! –recomienda una mujer desde la segunda fila.
En eso una enfermera con aspecto de sargento de artillería se acerca con paso decidido.
―¡Otra vez!… ¡no les tengo dicho que están prohibidas las carreras clandestinas!… ¡y cuántas veces les he dicho que no se juega con la comida! –les regaña la enfermera de la residencia geriátrica mientras recoge a los cinco caracoles–; ¡denme el resto, son para la cena de esta noche!… y limpien la mesa de las babas de los corredores, ¿quieren?
Y la enfermera se marcha gruñendo algo ininteligible.
―¡Bien, ya se ha ido!… –dijo una adorable viejecita–, sacad los saltamontes para la prueba de salto de altura…, Juan, prepara el listón de altura… empezaremos con cinco centímetros…
Y es que de una cosa están todos seguros: después de lo que les ha costado reunir a los participantes, sobre todo a los esquivos saltamontes o los escurridizos pececitos del cercano río para las pruebas de natación, nadie les impedirá celebrar los Juegos Olímpicos.
©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
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#CuentosSinImportancia
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