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1213. Mira quién viene esta noche a cenar

―¿Aún no te has arreglado?… ¿qué haces? –preguntó Elena.
―Estoy viendo las fotos –le respondió Antonio–. Tranquila, aún hay tiempo hasta que venga Anna con ese elemento… Mira, ésta es de cuando llegué a Buenos Aires por primera vez… Acababa de aterrizar. Era otoño en el sur del sur. Los árboles y los días parecían desnudarse, perder hojas y minutos, y la naturaleza simulaba preparar la vida para una pausa en movimiento, como diría el poeta. Y tú viniste a buscarme al aeropuerto… ¿Recuerdas a tu padre… cómo me miraba?… No le caí nada bien…
―Igual que tú ahora con Cr’issen.
―A mi no me cae mal ese elem… digo Cr’issen.
―Antonio… recuerda que es el novio de tu hija. Tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos, cariño.
―Fueron tiempos duros, ¿verdad?… tiempo de pasancalla al atardecer, de no discriminación, de bautismo de sangre, de aurora rosicler, de un porqué sereno, de un fulgurar a la luz del hielo, acaso de una esencia sin cubanismo rancio o, incluso, de un no querer complotar sin motivo salvo que diga lo contrario el rastro del radar en el alma… con esa guerra en Asia y el deshielo en los polos… Se nos fue de las manos…
―Bueno, se les fue de las manos a los politicastros…
―…sí, a los de siempre… y luego vino la crisis que destruyó tantas empresas y causó tanta penuria, ¿recuerdas? No sé qué hubiera hecho si no te hubiera conocido, la verdad. Mira esta otra… Es de cuando nos conocimos en Madrid en la boda de Sebas y Pilar.
―Éramos unos chiquillos… Yo acababa de terminar el máster en Madrid y me disponía a regresar a Buenos Aires con mis padres… ¡qué tiempos aquellos!… Pero no todo fue mal… la crisis terminó y encontraron aquella nave alienígena en el glaciar de Islandia. Si no se llega a deshelar…
―Sí, eso fue increíble… ¡por fin sabíamos que no estábamos solos en el universo!…
―Resulta increíble todo lo que ha sucedido desde entonces.
―Y tanto. De la noche a la mañana me quedé sin trabajo; no sabía qué hacer… y entonces te conocí. Mira esta foto… tú bailando con el pesado de Juan… ¡estuve de celoso!…
―Pobre Juan… no debiste ponerte celoso… ya te había echado el ojo…
―¿No me digas!… ¡si lo llego a saber!…
―¡Sí, hombre… y apagar tu interés por estos huesos míos!… ja, ja, ja…
―¿Así que era eso?… ¡cómo sois las mujeres!…
―¡Ya, como que vosotros no sois tres cuartos de lo mismo!…
―…y entonces me pediste que me viniera contigo a Argentina, que se necesitaban técnicos especializados en megaestructuras… ¡Qué cosas!… Buenos Aires me abrió las puertas y el amor y la pasión me convirtieron en un inmigrante.
―…sí, para el increíble ascensor espacial que estaban construyendo aquí, en Buenos Aires, y que conectaría la Tierra con la estación espacial Alpha en órbita geoestacionaria…
―¿Cuánto hace ya de eso?
―Déjame pensar… eso fue… hace veintisiete años… sí, veintisiete.
―Desde entonces ya han construidos cuatro ascensores para las cuatro estaciones espaciales: Alpha, Beta, Gamma y Delta…
―…si no llega a ser por todo lo que aprendimos de esa nave extraterrestre…
―…y luego construyeron la base Esperanza en Marte y la base Audacia en la luna de Júpiter…
―…en Europa…
―…eso he dicho, en la luna de Júpiter… tengo entendido que la próxima será en uno de los hiperasteroides de la nube de Oort…
―… y entonces llegaron ellos.
―Eso sí que fue el no va más. Imagínate la sorpresa que se tuvieron que llevar los astronautas de la base Esperanza cuando vieron pasar por encima ese armatoste ciclópeo.
―Y cuando llegaron a la Tierra, ¿qué?; y cuando aterrizaron en su pequeño transbordador… hubo estampida general…
―Bueno, pequeño sería para ellos, porque era una nave gigantesca…
―Es que los e’hatkinianos están más avanzados tecnológicamente que nosotros…
―¿E’hatkinianos?… ¿qué nombre es ese?…
―Viene de E’hatkin, que es como ellos llaman a su planeta natal… igual que nosotros somos terráqueos porque nuestro planeta es la Tierra… Al parecer cuando manipulamos la nave de Islandia debimos activar alguna señal de llamada.
―¡Vale, vale!… acepto e’hatkinianos…
―Pero… ¿has visto qué hora es?… y tú aún así… ¡vamos, vamos, acabemos de vestirnos!
―Mira, cariño, ahí están… aparcando…
―¡Quita de la ventana!… ¿es que quieres que te vean?…
―Y ahí está ese elem… quiero decir Cr’issen.
―¡Que te quites de la ventana!
―¿Le has visto?… ¡tiene tres ojos!
―Sí, claro que le he visto… y tú también… el otro día, cuando fuimos a buscar a Anna a la salida de la facultad y nos lo presentó. Es un muchacho muy simpático… y Anna dice que es muy listo y educado.
―Pero… ¡tiene tres ojos!
―Sí, y da gracias de que los e’hatkinianos tengan ese agradable aspecto humanoide y no tengan tentáculos… o algo peor.
―Pero…
―Pero nada. Escucha… Anna nos está llamando… ¡Ya vamos, querida, ya bajamos!… Vamos, Antonio, ese gesto… y ponte recta la corbata… y no te quejes… Después de todo ¿quién puede presumir de tener de parientes políticos a unos alienígenas?
―Pues si él es así… ¿cómo serán sus padres?… ¡Qué tiempos, Dios santo, qué tiempos!

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
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