• Sobre mis escritos y yo.
  • Inicio
  • • Hipótesis-Relatos.
  • • Sentencias Extrínsecas.
  • • Las enseñanzas de Fray León.
  • • Cuentos sin importancia.
  • • HAIKU.

Observando el paraíso

~ «Haikus, relatos, cuentos, microcuentos o algo con lo que poder expandir el alma.»

Observando el paraíso

Publicaciones de la categoría: Cuentos sin importancia

727. Mi amigo Clodomiro

26 Viernes Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

727. Mi amigo Clodomiro

Hace un par de meses me mudé, por motivos laborales, a un país del norte. En cuanto me instalé en mi nueva casa mis vecinos vinieron a darme la bienvenida; eran gente muy amable. Cada uno trajo un presente: recuerdo que una vecina me trajo un pastel típico del país –no recuerdo ahora su nombre, que, por otra parte, sería incapaz de pronunciar–; un matrimonio, ya mayor, me regalaron un precioso edredón: «como habrá podido imaginar, aquí hace mucho frío», me dijeron ocurrentes; afortunadamente chapurreaban español y yo sé inglés, así que nos entendíamos. Lo pasé muy bien y nos reímos mucho. Yo les agradecí sus regalos y me disculpé por no poder presentarles a mi querida mascota. «Le he llevado al dentista y he tenido que dejarle en la clínica; por la anestesia, ya saben. Se llama Clodomiro, pero en cuanto le traiga me pasaré por sus casas para que les salude. Ya verán cómo les encanta», les expliqué y ellos asintieron complacidos. Todo iba genial. Incluso unos días después un vecino me invitó a visitar su empresa, «es el día del simulacro; ya verá lo bien que lo pasamos», me aseguró.
―Verá –me explicó–, este país es muy frío, no hace falta que se lo diga, y es conveniente que estemos preparados y sepamos en todo momento cómo actuar si fallara la calefacción. Por eso, cada dos años, mi empresa reúne a todos sus trabajadores y simula un fallo en el sistema; además aprovechamos para asistir a un cursillo para saber qué hay que hacer para evitar morirse de frío; todo ello mientras se apaga el sistema de calefacción y el edificio, y nosotros dentro, nos morimos de frío; es un decir, ya me comprende –me dijo soltando una sonora carcajada.
Lo cierto es que no me hizo mucha gracia la invitación pero, para no quedar mal, acepté. El lado bueno era que el día en cuestión coincidía con el día en que recogía a Clodomiro del dentista; así aprovecharía para que mi vecino pudiera saludarle.
Así que allí fui. Me fijé en que yo no era el único invitado; al parecer era costumbre que amigos y familiares acudieran también al evento termodinámico, como yo lo llamaba. Nos acomodamos en el salón de conferencias y aguardamos a que la temperatura bajara.
―Durante la espera solemos contar chistes o algo curioso, para entretenernos antes del cursillo –me dijo mi vecino mientras se comía un helado de chocolate que había comprado en el bar de la empresa. Se notaba que estaba acostumbrado al frío. Yo, sin embargo, empezaba a no sentir las manos.
Y era cierto. Durante los siguientes minutos asistí a un recital de chistes y ocurrencias a cuál más ingeniosos por parte de los asistentes. Afortunadamente, mi vecino me traducía lo que decían. Debo reconocer que el tiempo se pasó volando y el cursillo sobre el frío resultó más ameno de lo que preveía. Puede parecer asombroso, pero alcanzamos 32 grados Celsius bajo cero.
Durante todo ese tiempo Clodomiro había permanecido en el coche, calentito con la calefacción puesta, y se me ocurrió, supongo que contagiado por el ambiente de camaradería que se respiraba entre los allí presentes, que sería buena idea, como muestra de agradecimiento, mostrarles a mi mascota, en lugar de esperar a salir para que le viera sólo mi vecino. «Seguro que les gustará conocerle», me dije optimista.
Clodomiro es un animal muy inteligente. Yo le tenía enseñado cómo responder a ciertas llamadas y a hacer ciertas tareas y, entre ellas, cómo usar la llave y abrir la puerta del coche, aunque estuviese cerrada con llave. Sí, tan inteligente es. Así que le llamé al teléfono del coche.
―Clodomiro, Clodomiro, ¿me oyes? –dije.
Clodomiro me respondió alegre con un par de leves gruñidos de reconocimiento. Sí, también sabe contestar al teléfono.
―Clodomiro, ven a buscarme –añadí.
Y sí, también es capaz de encontrarme aunque esté escondido. Y mientras esperaba que llegara, me puse de pie y le pedí a mi vecino que me tradujera lo que iba a decir. Él aceptó.
―Queridos amigos –comencé diciendo–, estoy muy agradecido de haber podido asistir a este entretenido evento termodinámico –hubo algunas risas–. Sois todos estupendos –algunos aplausos y más risas–. Por eso quiero corresponder a vuestra amable invitación –dije mirando a mi vecino, que sonreía complacido– haciendo venir a mi querida mascota Clodomiro para que os muestre algunas de sus habilidades –hubo un silencio de expectación; supongo que nadie se lo esperaba, era lógico–; por eso le acabo de llamar y en breves momentos le veréis entrar por la…
En eso se oyeron unos pasos de alguien corriendo descalzo por el pasillo. La gente miró sorprendida, pues el sonido aumentaba de intensidad de manera alarmante. Los que estaban junto a la puerta intentaron, instintivamente, apartarse, pero no llegaron a conseguirlo a tiempo. En eso, un enorme gorila macho de lomo plateado –200 kilos de puro músculo y 1,90 de altura, con unos brazos como troncos y una mirada intensa– entró en el salón emitiendo gruñidos evidentemente de alegría por haberme encontrado; sin embargo, la gente al verlo tan grande, con esos colmillos afilados –precisamente acababan de limpiarlos en el dentista– supuso lo peor y huyeron despavoridos.
Yo intenté calmarlos asegurando que Clodomiro tenía todos los papeles en regla, que estaba vacunado contra todas las enfermedades y, sobre todo, que no era peligroso, pero no me fue posible, pues nadie me hacía caso; y una avalancha de gente desenfrenada y frenética se abalanzó por donde pudo, rompiendo los cristales de las ventanas y saltando al vacio –afortunadamente estábamos en un segundo piso, por lo que no hubo que lamentar muertos, aunque si algunas roturas de huesos y dislocaciones–. He de reconocer que las vías de escape estaban bien señalizadas y la mayoría evacuaron la sala por ellas en pocos segundos. Sólo quedamos Clodomiro y yo, de pie, en medio de la sala vacía.
―Tranquilo, Clodomiro, tranquilo –le dije a mi amigo–, no ha sido culpa tuya, tranquilo.
Clodomiro miraba sorprendido, sin comprender por qué todos huían. Tres días después, fui «invitado» a abandonar el país.
Hace algunos años viajé al Congo para trabajar en una reserva de protección de animales y allí conocí a Clodomiro. Por aquel entonces era una preciosa cría; sus padres habían sido asesinados por cazadores furtivos. Mi intención era devolverle a la selva en cuanto pudiera, pero la guerra me lo impidió, así que acabé llevándomelo a casa. Desde entonces hemos vivido juntos. Es un animal muy inteligente, ya lo dije antes, y aprende todo con mucha rapidez, por ello supuse que su presencia no causaría ningún revuelo en el salón de conferencias; además, estando yo con él, pensé que no habría problemas. Sin embargo la gente se asustó, y mucho, aunque no alcanzo a saber muy bien el porqué, pues Clodomiro es muy bueno y cariñoso, incluso le he enseñado a dar besos y a estrechar la mano cuando le presento a alguien. Lamentablemente, en esa ocasión la cosa no salió como pretendía. «Debió ser cosa del clima», me digo; y es que ese país del norte es tan frío…

• [Nota: #Cuento «MI AMIGO CLODOMIRO», publicado en la revista digital «El Narratorio» @narratorioblog, nº57, noviembre 2020, (págs. 105-109): http://elnarratorio.blogspot.com/p/antologia-literaria-digital-nro-57.html]

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

726. En lo profundo del mar

24 Miércoles Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

726. En lo profundo del mar

Aquella mañana la niebla era espesa como un puré de patatas de esos que hacía mi abuela: densos y bien condimentados; «cómetelo todo, cariño, que esto resucita a un muerto», recuerdo que me decía sonriente. Sin embargo decidí salir de casa –tenía que hacerlo, tenía una cita ineludible– y caminé como pude hacia el puerto. Iba despacio, como si participara en el juego de la gallina ciega y yo fuera la gallina. Extendía los brazos por miedo a tropezar con algo y apenas vislumbraba mis manos. ¿Habéis visto la película del monstruo de Frankenstein, la antigua, la de 1931?, ¿recordáis cómo andaba con los brazos estirados?, pues así iba yo por la calle: los ojos bien atentos, los brazos muy estirados y las manos abiertas; y de vez en cuando decía: «¡hola, hola!, ¡cuidado, cuidado!», por si alguien venía de frente. Debía parecer ridículo, menos mal que no me veía nadie. Bueno, lo cierto es que yo tampoco veía a nadie, pues nadie salía de casa con esa niebla, sólo yo. Afortunadamente me sabía el camino de memoria, lo había recorrido infinidad de veces. La escuela a la que fui de pequeño estaba muy cerca del puerto; desde allí veía llegar los barcos de pesca al amanecer y, a lo lejos, el faro iluminaba las noches. Yo siempre me preguntaba por qué teníamos un faro en aquella costa de mar abierto, sin arrecifes ni ningún otro peligro que pudiera ocasionar un naufragio. «Es por seguridad, hijo; para que nos proteja de los monstruos», me decía siempre mi madre. Al parecer una noche, hace mucho tiempo, un barco mercante apareció en la playa, totalmente destrozado y sin supervivientes. Fue entonces cuando se decidió construir el faro. Eran otros tiempos, claro, cuando la abuela de mi abuela era aún joven. Sin embargo, hoy en día aún lo encienden todas las noches y su luz ilumina el mar. Ahora ya sé cuál es el motivo, claro, mi padre me lo dijo un día. De todas maneras, no es por los monstruos que voy al puerto, que va, voy a verles a «ellos».
Les vi una mañana, o quizá fueron ellos los que me vieron primero a mí, no sabría precisar. Fue una noche de verano. Yo estaba jugando entre las rocas del puerto, intentando pescar pequeños pulpos. Entonces vi a alguien asomando su cabeza del agua primero y ocultándose entre las rocas después. Era muy ágil y se movía rápido, pero me di cuenta que tenía algo especial; de todas formas no pude verle bien, la noche me lo ocultaba. Yo me quedé inmóvil, intentando que no me viera, pero me vio. Durante un instante me miró y sus ojos brillaban. Entonces le vi claramente. No sabría decir cómo, pero supe que sus intenciones eran buenas. Fue como si entrara en su mente, o él en la mía; fue como si nos pudiéramos comprender telepáticamente o algo así. Desde que era pequeño siempre he sabido que tenía como un sexto sentido, no me preguntéis, pero sabía cuándo alguien era de fiar y cuándo no. Una mañana se lo conté a mi madre y ella se rió, pero no pareció sorprendida. «Mi pequeño telépata», me solía llamar. Al parecer en eso había salido a la familia de mi padre. Bueno, el caso es que le vi y no era humano. Era… era como un pez, pero con forma humana, alto y fuerte; incluso tenía dos piernas, pero su piel… de un color azul marino intenso… era de escamas, y sus manos… grandes y palmeadas… Y esos ojos grandes… No, no era humano. Desde entonces los he vuelto a ver varias veces. Viven en el mar, en lo profundo del mar, aunque son anfibios o algo así. Aprovechan los días de niebla densa para observarnos, para protegernos. Sí, para protegernos. Porque en el mar también habitan monstruos sanguinarios. Enormes monstruos como aquel que destruyó el barco mercante hace años. Ese día, las personas pez –o icthyonitas como yo los llamo–, no pudieron impedir que un monstruo atacara el barco. Por eso he dicho que nos protegen. Sin ello quizá ya no existiríamos, pues son ellos los que evitan que los monstruos marinos nos ataquen. Porque, aunque los humanos sabemos de la existencia de los enormes monstruos sanguinarios, la gente desconoce la existencia de los icthyonitas, y es mejor que sea así. Por eso nunca se nos han dado a conocer, pues nos conocen y saben que nosotros sólo les veríamos como otras monstruosas criaturas marinas y les intentaríamos cazar hasta la extinción. Por eso permanecen ocultos en el mar. No sé muy bien por qué nos protegen, supongo que, en el fondo, son mejores personas que nosotros; en todo caso me he hecho buen amigo de ellos y ellos han visto que pueden confiar en mí. Es lo que tiene ser telépata, que, si conectas con alguien, le llegas a conocer de verdad, y en mi caso ellos saben que pueden confiar en mi discreción.
Por eso iba aquella mañana de niebla densa al puerto. Siempre que hay niebla densa voy al puerto, es entonces cuando les puedo ver, es entonces cuando puedo hablar con ellos. ¡Hay tantas cosas que me gustaría saber de ellos! Sí, soy muy afortunado de haberles conocido, lo sé; no todo el mundo tiene la suerte de tener como amigos a seres como ellos, sobre todo sabiendo que en este mundo en el que vivimos también habitan monstruos crueles y despiadados, y esta vez no me estoy refiriendo a los humanos, que conste.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 723 – 725: ‘Cena en la costa’ y otros cuentos sin importancia

19 Viernes Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

723. Más cerca de las estrellas

Me ciega la luz del cielo, mas mi mirada no puedo apartar del deseo sin fondo de conquistar un nuevo amanecer, allá, más cerca de las estrellas que de mi propio mundo incierto. Quizá sea por eso que busco sin desfallecer un nuevo hogar, porque el que ahora tenemos, ya marchito, se acaba; y allá, donde me lleve el viaje, puede que encuentre un lugar mejor, un rincón que nos permita ser mejores de lo que nunca fuimos, incluso de lo que nunca seremos. Eso espero, por mi bien y el futuro de la humanidad que aguarda, con anhelos de inocencia rejuvenecida, mi regreso, con el trofeo de la tarea encomendada de encontrar un nuevo planeta donde podamos volver a crear una sociedad más limpia, más generosa, más humana.

-0-

724. Cena en la costa

En un pequeño restaurante costero cenan algunas familias. En una de las mesas celebran el cumpleaños de la hija mayor. El hijo pequeño, sin embargo, ha cogido una rabieta y no para de llorar.
―¡Pues yo sí creo que existen las sirenas y los seres mágicos del mar! –grita el niño mientras se sorbe los mocos y se frota los ojos inundados de lágrimas.
―No, hijo, no, esos seres no existen –le intenta explicar su madre.
De segundo han pedido una fuente de cangrejos; es la especialidad de la casa. El camarero, mientras los pesca de la pecera que está en el escaparate del restaurante, les asegura que han sido capturados esa misma mañana.
―¡Que sí!, que parecen peces, o pulpos, o gambas, pero no lo son, ¡que he leído libros…! que viven en el fondo del mar, junto a las sirenas –repite obstinado el niño.
―Pero esos son cuentos de hadas, no son de verdad –le responde su padre.
El alboroto que arma el niño con su berrinche comienza a ser la atracción del restaurante; y quizá sea por eso que, mientras el camarero se lleva los cangrejos para cocerlos, nadie se fija en los aspaviento de uno de aquellos crustáceos –uno de los diminuto seres mágicos que habita el fondo marino y que había sido capturado esa misma mañana– que, suplicante, implora muda misericordia.

-0-

725. Un despertar

Un bostezo, un desentumecimiento, un rayo de sol que incide y deslumbra sus aún entornados ojos; la nieve ya no parece tan fría, la templada primavera le saluda al amanecer; el oso se espabila y asoma el hocico fuera de su cueva; el invierno ha terminado, el rey del bosque vuelve a su trono.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

722. Un pintor genial

17 Miércoles Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

722. Un pintor genial

En la prensa se anunciaba el regreso del genio. Tiempo atrás había sido un impresionante pintor, pero en los últimos años no se había vuelto a saber nada de él. Corrían rumores, naturalmente: se decía que se había hecho ermitaño, incluso que había muerto. La verdad es que había perdido la inspiración y por eso había decidido desaparecer, para así mantener al menos el status de artista genial en la mente de la gente. Hace unos días, sin embargo, una conocida galería de arte ha anunciado su regreso. Treinta excepcionales pinturas serán expuestas. La expectación es máxima. Hoy es el día de la inauguración y han sido invitadas las más renombradas personalidades de la vida social, así como los más afamados artistas y críticos de arte. Las puertas se abren y los invitados entran. Las pinturas son un clamoroso éxito desde la primera a la última. El pintor, en un apartado rincón, escucha, entre complacido y asombrado, los halagos que le dedican: «Es una obra tremenda», dicen unos; «tiene una fuerza salvaje, incomparable», afirman otros; «ha roto con su estilo tradicional, y eso dice mucho en su favor, por supuesto», añade alguien; «transmite algo muy primitivo, algo muy profundo, se nota la mano de un genio», incluso llega a exclamar algún crítico de arte. Sólo el propio pintor, sin embargo, conoce la verdad.
Durante estos últimos años, apartado del glamour de la fama, el pintor ha seguido pintando en privado, intentando volver a encontrar la chispa perdida. Todas sus últimas obras, sin embargo, carecen de fuerza. El pintor se desespera, se siente solo, echa de menos la popularidad y los halagos de la crítica; incluso se ha comprado una mascota para que le haga compañía.
Sin embargo, hace un par de meses, una mañana soleada de primavera, con todo preparado para pintar un nuevo lienzo, alguien le ha llamado al teléfono y ha tenido que ausentarse unos minutos de su taller. Y cuando regresa, sobre la tela del cuadro, antes inmaculada, aparecen ahora trazos recios, de nervio vivo, como pinceladas guiadas por la mano de un genio que ha logrado plasmar el estallido de una bomba de infinitos colores; o como si un demente hubiera logrado estampar sus inquietantes alucinaciones oníricas o incluso los indefinibles pensamientos de algún demonio; o se hubiera logrado el milagro de reproducir aquellas inalcanzables nebulosas del espacio profundo que nunca serán observadas pues sólo existen en la imaginación de Dios. Y el pintor, aún en estado de shock, observa en el suelo unas huellas que salen del taller y se pierden en la casa. Y allí se dirige…
Por eso ahora, desde aquel apartado rincón de la galería, el pintor se limita a asentir, a sonreír y a agradecer amablemente los halagos y alabanzas que recibe de los invitados. «¡Qué agradable sensación es volver a escuchar el aplauso de la gente!» –piensa, mientras estrecha manos y besa mejillas–, «¡qué sumamente satisfactorio es volver a saberse el centro de todas las miradas!». Por eso no tiene intención de decirle a nadie la verdad sobre el origen de sus nuevas obras. «Porque por fin he hallado la inspiración perdida, sí, eso es» –se convence a sí mismo–, «la he encontrado, y no tengo intención de desperdiciar lo que sucedió aquel día en el que descubrí las sorprendentes dotes pictóricas de mi mascota, mi hermoso gato persa, y le pillé, todo embadurnado de pintura de vivos colores, paseando orgulloso por el salón.»

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 718 – 721: ‘El cuento 60’ y otros cuentos sin importancia

12 Viernes Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

718. El cuento 60

El año pasado me embarqué en un mercante. Quería recorrer todos los mares, vivir aventuras y ver cosas increíbles. A la vuelta escribí un libro con 100 cuentos basados en mis vivencias durante el viaje. «¿Los leíste?, ¿qué te parecieron?», le pregunté a un amigo.
―Sí, los leí y me gustaron, mucho, pero el libro sólo tenía 99 cuentos; del 59 pasaba al 61, le faltaba el 60 –me contestó.
―Al final decidí no publicarlo, pero quise dejar el salto en la numeración. Era un cuento sobre una sirena –le dije.
―¿Y qué hiciste con él?
―Se lo regalé a ella.

-0-

719. Mi nuevo juguete

Siempre me ha gustado hacer maquetas y el año pasado vi en un anuncio una oferta de un transatlántico realmente espectacular. Confieso que no pude resistir la tentación y me lo compré. Sin embargo, al desembalar las piezas pensé que me había pasado: «Es demasiado grande», me dije. Aún así empecé a hacerlo. Sin embargo ahora que estoy terminándolo estoy contento de haberlo comprado. En cuanto lo tenga hecho pienso dar en él la vuelta al mundo; ¡será genial!

-0-

720. Borges, Dostoievski y el Infierno de Dante

Me han pedido que participe en este concurso literario en el que hay que escribir un cuento de no más de 300 palabras y en el que obligatoriamente tengo que utilizar éstas tres: niños, pelota y diablo.
Tengo por costumbre salir a pasear temprano por el parque con un cuaderno, por si se me ocurre alguna idea para un relato, y así lo acabo de hacer esta mañana. Me he sentado en un banco –a estas horas ya hay gente jugando o haciendo deporte– pero no se me ocurre nada; mi mente se ha puesto a divagar. Sin yo pretenderlo me ha venido a la memoria algo que me contaron:
Al parecer, un día invitaron a Borges a dar una conferencia sobre Dostoievski, y como no tenía nada mejor que hacer, aceptó. El público abarrotaba la sala y esperaba expectante lo que el gran escritor argentino tenía que decir sobre el gran escritor ruso. Se hizo el silencio.
―Perdonen ustedes –comenzó diciendo Borges–, pero como Dostoievski no me gusta, les voy a hablar sobre Dante, y en concreto sobre su «Infierno».
Y cuentan que, ante el desconcierto del público, hizo la mejor disertación que nadie escuchó jamás sobre la obra del gran escritor italiano; era como si vieran el propio Infierno de Dante ante ellos.
Supongo que me diréis que me he ido demasiado por las ramas divagando y es posible que tengáis razón, pero, en todo caso, cuando he vuelto en mí, he caído en la cuenta de que ya tengo escrito mi relato para el concurso y que ya he utilizado las tres palabras solicitadas –aunque, debo admitir, de forma algo tácita–, pues, como todo el mundo sabe, en el parque siempre hay niños jugando a la pelota y en el infierno habita el Diablo.

-0-

721. Encuentro en el bosque

Estas Navidades he estado en el norte, en la casa de campo que tienen unos parientes. Viven en un bosque frondoso y el río se escucha fuerte, caudaloso. Una mañana me fui a pasear por los alrededores. Iba comiendo una manzana y decidí salirme del sendero y adentrarme entre los árboles. Era temprano y aún había algo de niebla. En eso, al girar una ladera, me lo encontré. Me detuve asustado. Era alto, robusto, fuerte; me lo imaginé de otro mundo. Nunca había visto nada igual. Él aparentaba indiferencia. Tenía el pelo rubio. No me atrevía a moverme. Entonces me miró. El corazón me latía a cien. «Hola», logré decir con tono suave. No dijo nada. «¿De dónde vienes?», añadí con osadía, y, con cierto temblor de manos, debo admitir, le ofrecí mi manzana. Él emitió un breve sonido –que no comprendí, claro– y permaneció en silencio; pero, en eso, dio unos pasos y se me acercó, lento, sereno… y me quitó la manzana de las manos. Tenía un tacto suave que me dejó sorprendido, y mientras masticaba me atreví a acariciarle. Era un toro enorme –un semental asturiano de los valles–; el más hermoso que he visto en mi vida.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 714 – 717: ‘Odisea’ y otros cuentos sin importancia

10 Miércoles Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

714. La fe en el mañana

Evoco el amor con que conservaba los recuerdos de un pasado ya remoto, donde la nostalgia se confunde con la ilusión de una fantasía desbordante, incluso desconcertante. Quizá el sueño se torne realidad y el rumbo que una vez perdí entre las estrellas del cielo me guíe de nuevo al sendero cierto que lleva al paraíso anhelado. Nada se ha perdido aún si perdura la fe en el mañana certero, pues todas las pruebas pasadas incrementan la recompensa prometida.

-0-

715. Lo que tenemos

Retratemos el sol desde lo alto de la atalaya, caminando en pos de la luz de un nuevo amanecer; comamos una rosquilla de miel y azúcar, rozando con nuestros pies descalzos aquella flor recién nacida que anuncia la llegada de la primavera; cuidemos la Tierra con todo nuestro esfuerzo, sabiendo que no encontraremos un lugar mejor donde vivir; seamos conscientes de lo que tenemos, no sea que, si lo perdemos por nuestra insensatez, sólo nos quede llorar por todo aquello que no volveremos a tener.

-0-

716. Odisea

Recorres el frío universo, viajando de estrella en estrella, a la búsqueda de aquel amor incierto que la nieve cubrió un amanecer sin nubes, anhelando que esté a la vuelta de la esquina, sin ni siquiera sospechar que la luz del cercano sol camufla aquel hogar que te aguarda paciente.

-0-

717. Romance

El canto que mi amor sublima, entre tu cuerpo y mis labios, surca el cielo en un suspiro que a la deriva nos lleva; mas de tu risa sincera, que a mis ojos obnubila, no pretendo liberarme –te lo aseguro–. ¿Recuerdas cuándo nos conocimos? Fue una mañana de verano, en el parque; te escuché reír y te miré, tú me miraste; yo tenía casi diez años, tu ocho y pico.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Con la muerte al alba

05 Viernes Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #cuento, de Luis J. Goróstegui, para el #viernesnarrativo47 @M4627C]

Con la muerte al alba

Una ráfaga agria de viento helado, como bofetada acérrima sin previo aviso, me despertó bruscamente y, al instante, aún incluso con la vista turbia y medio adormilado supe tres cosas: primero: que la ventana estaba abierta de par en par –me lo dijo el frío–; segundo: que esa cama no era la mía –me lo dijo la almohada–; y tercero: que estaba desnudo –me lo dijo…, bueno, lo supe–. La cabeza me iba a estallar; «¡por Júpiter!, ¿dónde demonios estoy?», me espeté sin poder recordar cómo había llegado hasta allí. Un quejío me dijo que alguien dormitaba aún a mi lado, bajo un montón de mantas –todas las que faltaban de mi lado de la cama–; «bueno, al menos alguien puede dormir después de lo que fuera que pasó anoche», me dije con media sonrisa. Una paloma se posó en el alféizar de la ventana y comenzó a zurear. «Hola, seas quien seas, ya amaneció, despierta…», estaba diciendo mientras levantaba una de las mantas intentando vislumbrar quién era, pero el susto que me llevé me impidió terminar la frase: era una joven y estaba degollada, y del susto me caí de la cama. Tendría veintitantos, morena, de pelo corto, y tenía la piel lívida –también estaba desnuda–, los labios amoratados, la lengua hinchada medio fuera de la boca, el cuello rebanado de oreja a oreja y estaba toda manchada de sangre seca; desangrada, sin duda. «¡Qué demonios…!», dije, huyendo como una araña despavorida sobre la alfombra, acojonado al ver aquello. Y, en eso, cual cometa errante zarandeado por la cruda realidad, me vino de bruces a la memoria lo que había sucedido la noche pasada.
Como traficante de armas que soy me codeo con algunos de los hombres –y de las mujeres– más viles y sádicos que se hacen llamar líderes en la actualidad. En esta ocasión estaba citado con un mandamás de la mafia rusa, en su cuartel general, para cerrar un trato de lo más satisfactorio para ambos: yo le daba armas –en este caso metralletas: Heckler & Koch MP5, MP7 y UMP, Uzi, PP-19 Bizon…; y algún que otro bazuca, como el multifuncional M3E1– a cambio de mucho, mucho dinero. Aquella tarde Dimitri se sentía alegre, y eso significaba bebidas, drogas y mujeres. Allí la conocí. Era una de las chicas que nos atendían. Se la veía diestra con el sacacorchos. Dimitri me la presentó; Rocío, o Carmen… se llamaba, creo, ahora no lo recuerdo. Besaba muy bien.
Atacaron a traición. Al parecer otra banda rusa no estaba de acuerdo con nuestra transacción comercial y, antes de que pudiéramos reaccionar, comenzaron la masacre. Eran legión y llevaban machetes y katanas y alguna que otra metralleta, claro. Fue al ocaso, lo recuerdo bien: con ese tono de cielo rosicler… El asunto es que la joven y yo –¡órale!, Katia, se llamaba Katia, ahora me vino– alcanzamos la puerta de salida, pero, justo antes de salir, una katana se interpuso en nuestro camino y medio rebanó su cuello. Como pude la levanté en brazos y salí corriendo de allí. Estaba desesperado. Mi mente trabajaba a mil buscando una solución. El tiempo apremiaba. Se me moría en mis brazos. Y entonces me acordé de la bruja Maa. Sí, tengo conocidos incluso en el infierno. Su tela de araña estaba cerca, así que metí a Katia en mi coche y dos minutos después atravesábamos la parte cuerda de la ciudad para introducirnos en otro mundo, uno macabro y demente. Visto con la perspectiva que da el tiempo no sé si hice bien, pero ya es tarde para lamentarlo.
La vieja Maa –había quien decía que tenía más de ciento cincuenta años– era una experta en brujería vudú, tenía el cuerpo tatuado y era ciega –y, sin embargo, veía «desde el otro mundo», como le gustaba decir–. Le dije lo que sucedía y, al sonreírme, me enseñó su boca desdentada. Maa nos llevó a su guarida y nos sometió –a Katia y a mí– a un siniestro ritual vudú. Sí, a mí también, no me preguntéis por qué. Bebimos brebajes innombrables, fumamos drogas prohibidas y sufrimos alucinaciones enloquecedoras. Luego perdí el conocimiento. Eso fue lo que pasó.
Aún con el susto en el cuerpo me lavé la cara en el lavabo y respiré hondo varias veces. Intenté pensar. Aquello no podía ser real. No podía. En eso escuché ruido de sábanas y unos pasos y una sombra se me acercó por la espalda. Sin girarme la vi en el reflejo del espejo. Era Katia. ¡Dios santo! Era ella, sin duda, con la mirada turbia, la piel lívida, los labios amoratados, la cabeza inclinada en un ángulo imposible, con ese profundo tajo que le cruzaba el cuello de oreja a oreja y toda ensangrentada. El rito vudú de la vieja Maa la había revivido; era una zombi, y me sonrió (por llamarlo de alguna manera) y me dijo con voz fría y lengua de trapo: «Cadigno, dengo la boca geca, ¿tienezg algo por ahí?… ¡¿menuda fiegda la de anoge, ¿vegdá?!»

Luis J. Goróstegui

Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

713. Un runrún de fondo

05 Viernes Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

713. Un runrún de fondo

Estimados miembros de Real Academia de las Ciencias:
Les escribo para comunicarles un descubrimiento, a mi parecer, de gran importancia: En el interior de cada uno de nosotros aún podemos escuchar cómo late un sonido blanco –similar al rescoldo de nuestra génesis como seres vivos– que nos comunica con el cosmos y, quizá lo más importante, que podemos analizar y del que podemos obtener una inapreciable información sobre nosotros y nuestra propia naturaleza en relación al universo del que formamos parte. Para escuchar ese sonido blanco al que me refiero sólo es necesario un simple ejercicio; les invito a realizarlo: tápense con los dedos ambos oídos lo más herméticamente que puedan. ¿No perciben como un «runrún de fondo»? Y no me refiero al típico tinnitus o zumbido en los oídos, no, me refiero a una especie de ronroneo sordo. Pues eso que escuchan es la demostración palpable de su misma existencia personal. Sí, como si fuera la radiación de fondo cósmico de microondas del Big Bang, ese «runrún» que podemos escuchar al taparnos los oídos nos permite percibir el eco lejano de nuestro propio desarrollo celular –y por tanto de nuestro progreso personal– y el inseparable vínculo que tenemos con el propio cosmos al que nos vemos sometidos por el simple hecho de estar vivos. Es por eso por lo que su estudio puede sernos tan provechoso, pues nos permitirá retroceder en el tiempo hasta, incluso, el mismo instante de nuestro origen. En él se oculta la información global de nuestro ser, no como individuos aislados sino como miembros de un cosmos hasta ahora inabarcable. Sólo es necesario escuchar y analizar las señales.
Soy consciente de la dificultad que entraña poder confirmar mi teoría, sobre todo porque el estado actual de la tecnología difiere considerablemente del que sería necesario para analizar en su plenitud dicha señal y siento que moriré de viejo sin haber sido capaz de demostrarla, sin embargo confío en que el desarrollo científico futuro permita a otros científicos realizar dichas comprobaciones. Si eso se produjese sólo pido que mi nombre sea recordado y lleven flores a mi tumba en señal de reconocimiento póstumo.
Aprovecho la ocasión para agradecerles la enorme contribución al desarrollo científico y humano que llevan a cabo.
Nada más, reciban un cordial saludo.

Atentamente,

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Secretos inconfesables

04 Jueves Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #microcuento, de Luis J. Goróstegui, para el #ddp228 @M4627C]

Secretos inconfesables

―Alfombra, moqueta, tapiz, tapete, estera, esterilla, felpudo, llámalo como quieras, el caso es que volaba.
―¿Y la lámpara mágica?… ¿y el Genio?… ¿hablaste con Aladino?…
―¿Qué te crees?, eso sólo es un cuento de hadas.
―¿Y la alfombra voladora no?
―¡Pues claro que no!, pareces tonto; la alfombra voladora junto a la capa de levitación del doctor Strange y la capa de invisibilidad de Harry Potter forman El Trío Místico y es tan real como el Área 51 o Hellboy.
―¿Y volaste?
―Volé.
―¿Me puedes dar una vuelta en ella?
―Pero no ahora. Se la han llevado Hansel y Gretel para capturar brujas en los montes Cárpatos.
―Hansel y Gretel. Brujas.
―Hansel y Gretel. Brujas. Sí.
―Las brujas no existen, ni Hansel ni Gretel; ellos sí que son un cuento de hadas.
―Sí, esa es la idea: hacer creer que no existen; es la táctica de la Agencia de Investigación y Defensa Paranormal.
―Ya.
―No son trolas, créeme; y te lo cuento a ti precisamente porque nos conocemos hace mucho, y porque si no se lo cuento a alguien reviento. Déjame que te enseñe algo; mira aquí.
Y un fugaz flash iluminó su cara y, guardando el neuralizador, dejé a mi amigo en el parque; no sin antes recordarle que le llevara –hoy era su cumpleaños– unas flores a su mujer, Rocío.

Luis J. Goróstegui
[Ilustr.: V. Vasnetsov, 1880]

Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 710 – 712: ‘Sexo en ingravidez’ y otros cuentos sin importancia

03 Miércoles Feb 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ 2 comentarios

Etiquetas

Cuentos sin importancia

710. Todo un manitas

Tengo cierta habilidad para arreglar los cacharros de casa, y además aprovecho para introducirles mejoras. Por ejemplo, hace unos meses se me estropeó el microondas, así que le abrí las tripas, le limpié el magnetrón, le puse un generador de ondas de radio de alta frecuencia nuevo y ya me vuelve a funcionar; además le añadí un condensador variable y he conseguido que, mientras cocina, pueda sintonizar la radio. El otro día el lavavajillas dejó de lavar, y no sólo conseguí repararlo sino que, con algunos recambios del taller de la esquina –el mecánico es amigo mío– lo he convertido en un robot autónomo, así que, además de lavar los platos, me baja a la calle y me lava el coche.
Sin embargo a veces se me va la mano, he de admitirlo, aunque de todo se saca provecho. Hace unas semanas se me estropeó la lavadora, y ni corto ni perezoso me puse manos a la obra: le instalé un nuevo tambor centrifugador más potente, le cambié la correa por un sistema de titanio purificado, le sustituí el motor por un acelerador de partículas portátil de amplio espectro –sí, también es amigo mío el jefe del departamento de física relativista de la universidad–, le reajusté la cubierta y ¡voilà!, ahora además de lavar la ropa tengo en casa un vórtice espacio-temporal –una máquina del tiempo– de última generación. Y me dirás que para qué lo quiero. No creas, es de lo más útil, sobre todo cuando te quieres ir de vacaciones al antiguo Egipto o te apetece pasar unos días en la constelación de Orión –allí viven unos alienígenas que el día que decidan visitar la Tierra va a ser el despiporren madre, te lo aseguro–. Sí, soy lo que se dice todo un manitas, lo sé.

-0-

711. Mi maleta de viaje

Siempre viajo con la vieja maleta que mi abuelo Marcos me dejó en herencia. En ella puedo meter de todo: mi ropa, mis libros, una lámpara para leer de noche –con un generador de electricidad solar por si no hay luz donde viaje, claro, nunca me han gustado las pilas– y un prado sembrado de todo tipo de plantas y vegetales con el que alimento a los animales que llevo en la granja, en un rincón de la misma maleta; me sirven para alimentar al dragón escupefuego –mi querida mascota que encontré en uno de mis últimas exploraciones– que se ha hecho su hogar en mi equipaje: no me gusta dejarlo solo en casa cuando tengo que irme –lo hice una vez y me dejó la casa hecha unos zorros–; además he comprobado que es una inapreciable ayuda cuando me tengo que defender del ataque de algún dinosaurio e, incluso, de algún monstruo interestelar furioso. Y lo mejor de todo es que la maleta es ligera como una pluma, es increíble que dentro pueda llevar tanto. Aún me sorprende la de lugares y tiempos que puedo visitar y explorar con el vórtice espacio-temporal que mi abuelo Marcos fabricó y que camufló como una simple maleta sin fondo. Sí, mi abuelo era un prodigioso inventor y explorador; me llena de orgullo ser su nieto.

-0-

712. Sexo en ingravidez

La conferencia atrajo a mucha gente. En el transcurso de la misma la conferenciante proyectó un video para ilustrar los conceptos tratados. El público guardaba silencio, expectante. Al día siguiente el periódico local publicaba la siguiente reseña:

«Ayer, en el salón de actos del Centro Cultural, la eminente sexóloga, doctora Emilson Haley, impartió una interesantísima conferencia, titulada “Sexo en ingravidez”, sobre las últimas novedades en técnicas sexuales en ausencia de gravedad en los viajes interestelares de larga duración. Reproducimos a continuación un fragmento del video explicativo que la doctora proyectó como complemento a su conferencia:
“¡Ah!, ¡ah!, ¡ah!, ¡aaaah…! ¡Sí!, ¡sí!, ¡así…! ¡Mmmmh…!”

(Nota del periódico: Al tratarse este periódico de un medio exclusivamente escrito, nos es imposible adjuntar el correspondiente video explicativo, pero confiamos en que ya se hacen ustedes una idea, ¿no?)»

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Entrevista al dinosaurio de Monterroso

29 Viernes Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

Entrevista al dinosaurio de Monterroso.

He tenido el inmenso honor de poder entrevistar al famoso dinosaurio del microcuento de Monterroso. Al igual que el genio de la lámpara, me ha concedido tres preguntas (también me permite que le tutee).
―Primera pregunta: Todos hemos leído el microcuento de Monterroso, o hemos oído hablar de él y de su famoso dinosaurio, pero realmente ¿quién eres; cuál es tu nombre?
―En realidad soy muchas cosas, y tengo muchos nombres. Soy un dinosaurio, sí, pero también soy la página en blanco a la que se enfrenta el escritor, o el lienzo vacío del pintor; soy el dictador que oprime a su pueblo, y el miedo o la indignación que se extiende por doquier ante su tiranía; soy el hambre de los pobres, mientras los ricos despilfarran la comida y la tiran a la basura; soy el corrupto que estafa, y el egoísmo y la codicia del usurero; soy la voracidad, el sinsentido de la contaminación y de la deforestación salvaje que destruye vuestro planeta y mata la vida que os sustenta, a vosotros humanos, provocada por quienes sólo quieren enriquecerse a toda costa. Pero también soy la esperanza en un mundo mejor, la ilusión en el mañana, la creencia, a pesar de todo, en la humanidad; soy el destino, soy vuestra conciencia.
―Segunda pregunta: ¿cuál es tu misión; qué sentido tiene tu presencia allí?
―En el microcuento permanezco simplemente allí, aparentemente sin hacer nada, pero mi cometido es más profundo, tiene un sentido más oculto, más trascendente: Soy el faro que ilumina la noche, y la luz que alumbra vuestras noches de angustia, de incertidumbre, pero también quien guía vuestra esperanza, vuestra ilusión… Soy vuestro custodio; mi sola presencia agita vuestra conciencia. Mi trabajo es ser «la voz que grita en el desierto» ante la indiferencia de quienes se dejan llevar por el desdén o el egoísmo y la ambición desmedida; soy el niño del cuento que grita «¡el emperador está desnudo!».
―Tercera y última pregunta: En el microcuento aparece alguien que se «despertó». ¿Quién es ese alguien?
―Es cada uno de vosotros: niño, adulto, anciano, hombre, mujer, incluso la humanidad entera. Todo el que se levanta y, al verme, se da cuenta que debe lucha por sus creencias; todo el que tiene ilusión y no se deja abatir por la desidia; todo el que vive para ayudar a los demás, incluso el que muere por ello. Pero también es todo aquél que se acuesta –que se esconde– con la creencia de que sus problemas estarán resueltos, como por arte de magia, cuando despierte y descubre perplejo que, «cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí».
Me despido del dinosaurio, agradeciéndole la deferencia que ha tenido conmigo, y con la esperanza de que ésta no sea la última vez que pueda conversar con él.

[FIN]

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Homenaje a Augusto Monterroso: 108 versiones

27 Miércoles Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ 2 comentarios

Etiquetas

Cuentos sin importancia

Homenaje a Augusto Monterroso
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.»

1. [Monterroso] Versión de miedo:
«Y cuando se despertó, los monstruos seguían aún ahí.»

2. [Monterroso] Versión cuento de hadas:
«Cuando la ninfa del bosque se despertó, los humanos aún seguían allí.»

3. [Monterroso] Versión psicoanálisis:
«Cuando se volvió a mirar al espejo, él estaba aún allí.»

4. [Monterroso] Versión nocturna:
«Cuando se hizo de noche, la luna seguía aún allí.»

5. [Monterroso] versión harakiri:
«Cuando se hizo el harakiri, el fantasma del samurái seguía allí.»

6. [Monterroso] versión invasión extraterrestre:
«Cuando recuperó el conocimiento, el invasor extraterrestre aún seguía allí.»

7. [Monterroso] versión nube radiactiva:
«Cuando salió del bunker, la nube radiactiva seguía allí.»

8. [Monterroso] versión apocalíptica:
«Cuando salió del bunker, la humanidad ya no seguía allí.»

9. [Monterroso] versión incrédula:
«Cuando despertó, no pudo creerse que el dinosaurio ya no seguía allí.»

10. [Monterroso] versión telebasura:
«Cuando despertó y puso la TV, seguían poniendo el mismo bodrio.»

11. [Monterroso] versión «depende de nosotros»:
«Cuando regresó de su viaje interestelar, la Tierra [no] seguía allí.»

12. [Monterroso] versión impuntual:
«Cuando despertó, tuvo que esperar dos horas a que el dinosaurio regresara.»

13. [Monterroso] versión temporal:
«Cuando despertó, la frágil ramita seguía ahí, pero convertida en un frondoso árbol centenario.»

14. [Monterroso] versión agotada:
«Cuando despertó, seguía teniendo sueño.»

15. [Monterroso] versión «Jason Bourne»:
«Cuando despertó, no sabía ni quién era ni cómo llegó allí.»

16. [Monterroso] versión lucha libre:
«Cuando despertó, Godzilla y King-Kong todavía seguían dándose mamporros allí.»

17. [Monterroso] versión quijotesca:
«Cuando despertó, ya recuperado de sus heridas, aún seguía creyéndose un caballero andante.»

18. [Monterroso] versión gigante:
«El gigante se lo llevó con media habitación y todo. Cuando despertó, se encontraba en otro mundo.»

19. [Monterroso] versión dudosa:
«Cuando despertó, aún seguía dudando si ser o no ser.»

20. [Monterroso] versión dantesca:
«Cuando despertó, comprendió que le quedaba un camino muy largo aún hasta llegar al Paraíso.»

21. [Monterroso] vs Ahab
Al despertar, oí gritar: «¡Moby Dick!»; y mi vecino de litera me saludó con un escueto: «Call me Ishmael».

22. [Monterroso] versión profunda:
«Cuando despertó, aún no habían vuelto de su viaje al centro de la Tierra.»

23. [Monterroso] versión mítica:
«Cuando despertó, comprendió que el ciclo de la eternidad daba a su fin: Cthulhu estaba allí.»

24. [Monterroso] versión abducida:
«Cuando despertó, el alienígena de ojos grandes y bisturí afilado seguía allí.»

25. [Monterroso] versión Apolo 13:
«Cuando despertó, sólo pudo decir: “Houston, tenemos un problema…, hay alguien allí”.»

26. [Monterroso] versión «¿qué hay de comer?»:
«Cuando despertó, al ver al ogro preparándose para comer, salió por patas de allí.»

27. [Monterroso] versión fantasmal:
«Cuando despertó en aquella estación, los fantasmas seguían tomando el tren de la 01:43h.»

28. [Monterroso] versión vampírica:
«Cuando despertó, el vampiro seguía todavía allí, esperando que le diera permiso para entrar.»

29. [Monterroso] minimalista:
«Cuando despertó, seguía.»

30. [Monterroso] hobbit:
«Cuando despertó, Gandalf y los enanos seguían allí, esperando que aceptara su viaje inesperado.»

31. [Monterroso] élfico:
«Al despertar –a las 10h, el 24 de octubre–, estaba en Rivendel; la campana llamó al Concilio de Elrond.»

32. [Monterroso] al otro lado del espejo:
«Al despertar, el Jabberwock seguía allí; y los agiliscosos giroscaban los limazones.»

33. [Monterroso] ardiendo a Fahrenheit 451:
«Cuando despertó, el bombero seguía quemando sus libros; pero recordaba uno de ellos.»

34. [Monterroso] sufriendo en 1984:
«Cuando despertó, la omnipresente vigilancia del Gran Hermano seguía allí; y 2+2 ya eran 5.»

35. [Monterroso] en un mundo feliz:
«Al despertar, era feliz; pero ya nada le importaba.»

36. [Monterroso] con malas compañías:
«Cuando despertó, había olvidado por qué se había acostado allí, junto al cocodrilo.»

37. [Monterroso] obvio:
«Cuando despertó, le dijo: “¡Aún aquí!, ¿no sabes que los dinosaurios ya se han extinguido?”»

38. [Monterroso] versión Cenicienta:
«Cuando despertó, aún tenía la herida que se hizo cuando se le rompió el zapato de cristal.»

39. [Monterroso] versión Blancanieves:
«Al despertar, se preguntó qué demonios tenía la manzana que le dio esa simpática anciana.»

40. [Monterroso] versión Belladurmiente:
«Cuando despertó, el dragón –Maléfica autoconjurada– todavía estaba allí; muerta.»

41. [Monterroso] volcánico:
«Al despertar, se preguntó qué hacía colgado boca abajo sobre el cráter activo de ese volcán.»

42. [Monterroso] zapeando:
«Cuando despertó, el cartero, como siempre, llamó dos veces… y hasta aquí puedo leer.»

43. [Monterroso] sherlockiano:
―¿Cómo supo que era el asesino, Holmes?
―Elemental, Watson, porque al despertar, el dinosaurio seguía allí.

44. [Monterroso] sobrecogedor:
«Al despertar, en la inmensidad del espacio infinito, eso todavía estaba allí; nadie le oyó gritar.»

45. [Monterroso] con alzhéimer:
―Cuando despertó… algo… había… no recuerdo dónde… Perdona, ¿dónde está mi hijo?
―Soy yo… papá.

46. [Monterroso] adivina quién viene a cenar:
«Era la última persona del planeta. Cuando despertó, alguien llamó a la puerta.»

47. [Monterroso] Pottermore:
―Despierta, despierta… ¡Rennervate!
Pero cuando despertó, la Marca Tenebrosa todavía estaba allí.

48. [Monterroso] abandonado:
Cuando despertó, la criatura lloró.
―Alguien la ha abandonado allí –dijo el SAMUR.

49. [Monterroso] primaveral:
―¡Vamos!… ¡venid!… ¡está allí! –dijeron las hadas.
Y cuando despertó, el bosque floreció.

50. [Monterroso] bipolar:
Cuando despertó, su ogro interior estaba allí.
―Sufre un trastorno bipolar –dijo su psiquiatra.

51. [Monterroso] con Nessy:
«Cuando despertó, Nessy seguía allí, aunque no le encontraron; simplemente no quería ser cazado, ¿era tanto pedir?»

52. [Monterroso] de picnic:
«Cuando despertó, el Indóminus Rex ya se había zampado a la mitad de los visitantes de Jurassic World.»

53. [Monterroso] empachado:
«Cuando despertó, la bruja seguía allí, empachada; otra vez se había comido su casa de caramelo.»

54. [Monterroso] con Mary Poppins:
«Cuando despertó, el supercalifragilísticoespialidoso aún se escuchaba allí arriba.»

55. [Monterroso] en la Luna:
«No se extinguieron, se refugiaron en la Luna; por eso, cuando el astronauta sacó la foto, el dinosaurio todavía estaba allí.»

56. [Monterroso] versión atentado terrorista:
«El mendigo fue testigo del atentado. Cuando despertó –declaró después a la policía–, la mochila todavía estaba allí. No vio al terrorista. Se salvó porque justo antes de la explosión se metió en el servicio de la estación.»

57. [Monterroso] inundado:
«Cuando despertó, le sorprendió comprobar que el nivel del mar llegaba hasta allí, hasta la puerta de la terraza; sobre todo porque vivía en un séptimo piso.»

58. [Monterroso] y el ogro:
«Acababa de terminar de leer un cuento de miedo y se fue a la cama; se pasó toda la noche teniendo pesadillas con el ogro del cuento. Cuando despertó, el ogro todavía estaba allí; y no era una metáfora, ¡qué va!, es que realmente había un ogro de carne y hueso a los pies de su cama.»

59. [Monterroso] y la venganza de Kong:
«El barco regresó a la isla. La tripulación desembarcó y prepararon la logística. El capitán se echó la siesta. Cuando despertó, iniciaron la cacería, pero no estaban preparados para lo que les aguardaba allí: el hijo de Kong había reunido a todos los monstruos y les estaban esperando para vengar el asesinato de su padre.»

60. [Monterroso] frente al tigre:
«Cuando despertó, el tigre de Bengala todavía estaba allí. Bueno, realmente era un precioso gato persa, pero, claro, al recién nacido le pareció una bestia. »

61. [Monterroso] menguante:
«Una mañana muy temprano, mientras paseaba por el lago, una niebla espesa le envolvió. Durante los siguientes días fue, poco a poco, menguando de tamaño, hasta no ser más grande que un diminuto mosquito. Imaginaos lo que sintió un día cuando despertó y la enorme tarántula estaba allí.»

62. [Monterroso] enterrado:
«Cuando despertó, todavía estaba allí. No fue una pesadilla, no; le habían enterrado vivo.»

63. [Monterroso] entre hadas:
«Cuando despertó, ellas todavía estaban allí. Su abuela le había dicho que estaban allí, que fuera a buscarlas allí, y allí estaban todavía; no era un cuento, no, realmente existían las hadas.»

64. [Monterroso] perdido en un cuento de hadas:
«Cuando despertó, el troll todavía estaba allí. No recordaba cómo se había podido llegar a perder en un cuento de hadas, pero lo peor era que el troll le estaba buscando con cara de pocos amigos.
―¡Humano! ¿dónde estás?… Como te encuentre te voy a comer –gruñía rabioso.
“¿Qué le habría hecho?”, pensó; pero no lo recordaba.»

65. [Monterroso] malherido:
«Cuando despertó, malherido, todavía estaba el cuchillo clavado allí, en el tercer espacio intercostal. “¿Cómo había llegado a esa situación?”, intentó recordar; pero alguien le remató de un disparo en la sien antes de obtener respuesta.»

66. [Monterroso] en otro mundo:
«Cuando despertó, no pudo asegurar si el dinosaurio todavía estaba allí o no, pero era evidente que ya no estaba en la Tierra: En la Tierra nunca hubo dinosaurios como aquel, con esos tentáculos retráctiles…, suponiendo que aquello fuera un dinosaurio, claro.»

67. [Monterroso] apostando:
«No creía en fantasmas, por eso aceptó el reto de pasar la noche en aquella casona abandonada; la leyenda afirmaba que la habitaban espectros. Sin embargo, pasada la medianoche, cuando despertó, sobresaltado por un quejido ahogado, el fantasma estaba allí, frente a él, con esa mirada, y esa boca, y esas garras…
Sus piernas no le sostenían cuando salió huyendo, muerto de miedo. Al día siguiente les pagó a sus amigotes la cena que se habían apostado.»

68. [Monterroso] Spiderman:
«Era un renombrado científico en un renombrado centro de manipulación genética, especializado en venenos de arañas. Una tarde, mientras trabajaba en su laboratorio, perdió de repente el conocimiento. Cuando despertó, todavía estaba allí, echado en el suelo, con un picor agudo en el cuello, cuatro pares de patas y ocho ojos: “Yo sí que soy Spiderman”, se dijo, y con un fugaz movimiento de pelvis lanzó, por sus recién estrenadas glándulas sericígenas, un resistente hilo de seda.»

69. [Monterroso] Superman:
«Había pasado ya mucho tiempo desde su llegada, y siempre había tenido su centro de control en el Polo Norte. Una mañana, cuando despertó, vio que todo estaba todavía allí, igual que siempre, medio congelado y cubierto de fría nieve. “Será mejor que me busque un lugar más cálido”, se dijo, mientras intentaba entrar en calor. Y es que el tiempo pasa para todos, incluso para Superman.»

70. [Monterroso] Batman:
«Cuando despertó, la bat-alarma todavía estaba allí, iluminando el cielo. Escuchó el bat-mensaje que la policía le había enviado a su bat-smartphone, que decía: “Joker se ha vuelto a fugar del Manicomio Arkham y ha vuelto a robar el Banco de Gotham. Atrápelo.”, y se subió a su bat-móvil, mientras su fiel Alfred le aconsejaba: “Esta vez mátelo, señor.”»

71. [Monterroso] en un «annus horribilis»:
«Realmente había sido un año horrible: su empresa le despidió, su mujer le abandonó –y se llevó a sus hijos– y un coche le atropelló al cruzar la calle. Cuando despertó, pensó: “¡Todo ha sido una pesadilla!”, y se sintió aliviado, como si todo aquello se hubiese desvanecido; pero no, al comprobar que estaba en la cama de un hospital fue consciente de que todo aquello todavía estaba allí: realmente su empresa le había despedido, su mujer le había abandonado –y se había llevado a sus hijos– y un coche le había atropellado al cruzar la calle; había sido, realmente, un “annus horribilis”.»

72. [Monterroso] huyendo del gigante:
«Cuando despertó, la aldea todavía estaba allí, aunque con más edificios, más poblada, y la gente corría huyendo, gritando: “¡Corred, corred, el gigante ha despertado…, corred!”»

73. [Monterroso] acechando:
«Cuando despertó, la nave alienígena estaba todavía allí, inmóvil, como indiferente, pero observando; acechando, como quien espera el mejor momento para atacar.»

74. [Monterroso] tremebundo:
«Cuentan que, cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Fue algo extraordinario, único, tremebundo. Hay quien lo achacó a un pliegue espacial, otros a un desdoblamiento temporal. Lo cierto es que aún se conservan sus huellas. Nunca más volvió a ocurrir, claro; era imposible.»

75. [Monterroso] pirata:
«Cuando despertó, el galeón pirata todavía estaba allí.
– ¡Lo vi perfectamente! –aseguró–; los cañones, las velas desplegadas, la bandera negra… ¡lo vi perfectamente!
Nadie le creyó. No en pleno siglo XXI.»

76. [Monterroso] licántropo:
«Cuando despertó, esa sensación todavía estaba allí; y también sus manos ensangrentadas, su ropa hecha jirones y ese regusto a sangre en su boca. Aquella noche también había sido de luna llena.»

77. Monterroso] Deuda de juego:
«Cuando despertó, aquel hombre todavía estaba allí, aunque no lograba recordar por qué.
―¿En qué puedo ayudarle? –le preguntó.
―Vengo a cobrarme una deuda de juego.
Ahora recordaba. Anoche estuvo jugando al póker.
―Sí, claro. ¿Perdí mucho? –respondió mientras buscaba la cartera.
―Sí. El alma.»

78. [Monterroso] Es la hora:
«Cuando despertó, toda su familia estaba a su alrededor; le miraban en silencio. Él también estaba allí.
―Es la hora.
Y agarrándole de la mano, le levantó de la cama.
―¿Y él? –preguntó señalando al que permanecía en la cama.
―Se queda aquí hasta el Juicio –le contestó el ángel.»

79. [Monterroso] Pennywise (Eso):
«Cuando despertó, el payaso todavía estaba allí, mirándole desde la boca de la alcantarilla. Sonreía.»

80. [Monterroso] Mejorando:
«Cuando despertó, el alienígena todavía estaba allí. Sin poder evitarlo, o quizá sin querer hacerlo, vio cómo se acercaba hasta sentir el tacto de su piel, hasta que ambos fueron uno solo, hasta que su consciencia se fusionó con la suya, hasta que dejó de ser un ser humano, hasta que llegó a ser algo… mejor.»

81. [Monterroso] recitando versos:
«Dormía plácidamente y, cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba allí, ahora era un dodo quien le recitaba versos.»

82. [Monterroso] renovando tras la extinción:
«Cuando despertó, el gigantílope acababa de llegar allí; el dinosaurio se había aburrido de esperar y se había extinguido.»

83. [Monterroso] en manada:
«Cuando despertó, no sólo el diplodocus estaba todavía allí, también había un arqueopterix, un ornitomimo, dos velociraptores, un gallimimo, tres alosaurios, un amargasaurio, tres tiranosaurios, dos mamenquisaurios, cuatro tecodontosaurios, un braquiosaurio, un deinonicus, tres espinosaurios, un coritosaurio, un tuojiangosaurio, un apatosaurio, dos protoceratops, dos anquilosaurios, un estegosaurio, un triceratops, un lambeosaurio, dos paquicefalosaurios, dos parasaurolofus, un iguanodonte, un maiasauria, un estiracosaurio y algunos pterodáctilos que sobrevolaban la zona a la espera de encontrar algo fresco que comer.»

84. [Monterroso] «Que la fuerza te acompañe»:
«Cuando despertó, fue hacia el arcón y lo abrió. La espada láser todavía estaba allí. La activó y apuntó a lo alto: “La fuerza está conmigo; soy uno con la fuerza”, dijo. “Que la fuerza te acompañe”, le dijo el maestro jedi.»

85. [Monterroso] «Larga vida y prosperidad»:
«Cuando despertó, el USS Enterprise estaba todavía allí, dispuesto para otra nueva misión, seguramente la más arriesgada e importante de todas. “Larga vida y prosperidad”, le dijo el señor Spock a su viejo amigo, el capitán Kirk. “Larga vida y prosperidad”, le respondió éste haciendo con la mano el saludo vulcano. Sus caminos se separaban con misiones diferentes pero complementarias, y es que del triunfo de cada misión dependía el éxito de la otra: ambas debían destruir el mismo agujero negro, y debían hacerlo con absoluto sincronismo, pero en épocas diferentes –el capital Kirk en una época inestable del futuro, y el señor Spock en un pasado incierto–, pues esa era la única forma de cerrar la brecha temporal que amenazaba con colapsar el universo. Esta vez el futuro estaba en sus manos.»

86. [Monterroso] «La Momia»:
«Cuando despertó, no reconoció su tumba. Todavía estaba allí su sarcófago, pero él no estaba dentro. Casi levitando se levantó, camuflado en la oscuridad del museo. No le costó nada matar a los guardias de seguridad. Abrió una ventana y se deslizó en la noche; la ciudad dormía. Había llegado la hora de su venganza.»

87. [Monterroso] «La criatura del lago»:
«En lo profundo del lago dormía la criatura. Cuando despertó tenía hambre; todavía estaba allí lo que quedaba de su cena: la bombona de oxígeno y el esqueleto de aquel submarinista que el día anterior hacía espeleología por el laberinto de cuevas y pasillos submarinos donde él habitaba desde hacía siglos. Asomando la vista entre los manglares del pantano, vio al grupo de submarinistas que aún buscaban a su compañero desaparecido. Tenía suerte; con un movimiento ágil y potente de sus aletas salió nadando a la caza de su desayuno.»

88. [Monterroso] «Las tres novias de Drácula»:
«Cuando despertó, la luna lucía en todo su esplendor. Sus tres novias todavía estaban allí, esperando poder satisfacer sus deseos. “Traedme comida”, les ordenó. Poco después regresaron con una joven doncella que, aterrada, gritaba de pavor. Al observar la mirada hipnótica de Drácula, la joven enmudeció y, mostrando sus colmillos, el conde le mordió en el cuello y bebió toda su sangre. “¡Dejadme ya!, id a preparar mi fiesta.” Todos vendrán a mostrarle sus respetos y Drácula lo sabe. Y es que hoy es un día importante, hoy es su cumpleaños. Ha invitado a todos los vampiros de la región y sabe que nadie se atreverá a desairarle; le temen demasiado.»

89. [Monterroso] «El hombre invisible»:
«Cuando despertó, todavía estaba allí, aunque no pudiera verse. Lo de ser invisible tenía sus ventajas, como esta tarde, que iba a ir al cine sin tener que pagar entrada; aunque también tenía sus desventajas, como eso de tener que ver la película desnudo, sobre todo con el frío que hacía en las salas de cine. ¡Cómo pillara al que ponía el aire acondicionado se iba a acordar de él!»

90. [Monterroso] «El doctor Jekyll y Mr. Hyde»:
«“Nunca quise ser Mr. Hyde. Sólo quise saber lo que se sentía siendo él. Y ahora que lo sé me horrorizo de mis actos inconscientes y perversos; pero él me sigue llamando. Cuando despertó, yo estaba todavía allí, en él; cuando desperté, él estaba todavía en mí. No puedo soportarlo más. Sólo me queda una salida: Elegir entre él o yo. No puedo seguir siendo los dos.”
A la mañana siguiente el ama de llaves del doctor Jekyll llamó preocupada a la puerta de su habitación, pues no había bajado a desayunar. La habitación estaba vacía. Al parecer el doctor se había marchado de casa sin decir nada a nadie. Sólo había dejado una pequeña nota sobre la mesa.»

91. [Monterroso] «El cementerio de animales»:
«Se fueron a vivir a una antigua casona a las afueras del pueblo. Junto a la casa había un antiguo cementerio de animales; allí enterraron a su mascota que acababa de morir atropellada. Según la leyenda, si enterrabas allí a tu mascota muerta, ésta resucitaba. Y así fue.
A los pocos días su mujer murió de cáncer. Él la enterró en el cementerio de animales y se fue a dormir. Al amanecer, cuando despertó, confiaba que ella estuviera todavía allí, viva; y así fue, o casi.»

92. [Monterroso] «El caso Belladurmiente»
«Alicia le dijo a Cenicienta que Blancanieves vio cómo Maléfica mataba a Belladurmiente con un conjuro mortal. La noticia se extendió como la pólvora. Maléfica huyó y todos iniciaron las pesquisas para averiguar cómo poder revivir a la joven princesa.
Sabedor que este caso requería de alguien con más fantasía que la suya, Sherlock Holmes llamó a Mary Poppins que pidió ayuda a Superman y a Batman, aunque éstos no sabían muy bien qué pintaban aquí, así que le dejaron toda la papeleta al Ángel de la guarda que ayudó al dodo a ser “uno con la Fuerza”, mientras toda la galaxia, al grito de “larga vida y prosperidad” pidieron consejo a la momia que se lo contó a la criatura del lago que habló con las tres novias de Drácula que fueron a ver al hombre invisible, pero al no verle le preguntaron al Dr. Jekyll si podía ayudarles, aunque éste no pudo hacer nada pues estaba en plena lucha bipolar contra Mr. Hyde que intentaba suplantarle en todo esto.
Sin embargo, una mañana de primavera, Belladurmiente revivió. Cuando despertó, todos estaban todavía allí, observando atónitos a la joven princesa, que preguntó: “¿Quién me ha salvado?», y el aprendiz de brujo de Maléfica dijo: «He sido yo. Supe de sus malvadas intenciones y, sin que se diese cuenta, sustituí parte del conjuro mortal que estaba preparando por un haiku imperceptible, y por eso sólo te quedaste en estado durmiente temporalmente.”
Era evidente que el joven aprendiz llevaba tiempo enamorado de Belladurmiente, de ahí su preocupación por la vida de la princesa. El caso es que, desde aquel día, todos fueron felices y comieron perdices, no dodos, por lo cual el dodo se felicitó doblemente.»

93. [Monterroso] «El Padre Brown»:
«El hombre salió disimulando de la joyería; sin darse cuenta tropezó con el paraguas de aquel cura católico. Desde entonces éste parecía seguirle fuera donde fuera. Creyó despistarle y, cansado, se sentó en un banco de un apartado parque y se quedó dormido. Cuando despertó, sorprendido por el claxon de un coche, el hombre se palpó los bolsillos, nervioso; ¡menos mal!, las joyas todavía estaban allí. “Hola, buenas tardes, creo que es hora de confesar, ¿no le parece?”, le desconcertó el rechoncho cura, que le observaba, sentado a su lado. El ladrón de joyas intentó huir, pero no pudo ir muy lejos, pues un par de policías le esperaban a la vuelta de la esquina.»

94. [Monterroso] «Frankenstein»:
«El doctor Frankenstein robó cadáveres del cementerio, y con partes de diversos cuerpos construyó una criatura; con la descarga de una potente tormenta eléctrica le dio vida. “¿Quién soy yo?”, le preguntó. “Eres mi hijo; yo soy tu padre”, le respondió el doctor. A la mañana siguiente, cuando despertó, la criatura todavía estaba allí; y no paraba de hacerle todo tipo de preguntas: “Padre, ¿por qué el cielo es azul?”; “padre, ¿por qué cantan los pájaros?”; “padre, ¿cuántos son 2+2?”. El doctor finalmente se dio cuenta del problema, llamó a su ayudante y le recriminó: “Igor, te dije que me trajeras el cerebro de un joven estudiante”. “Y de un joven estudiante se lo traje, doctor”, le respondió Igor. “¡Sí, pero me lo debías haber traído de un estudiante que ya estuviera graduado!; ahora tendré que gastarme un dineral en sus estudios.”»

95. [Monterroso] «Loco»:
«Cuando despertó, todo era distinto; ya no estaba allí, sino en aquella cima desde la que contempló ciudades de algodón destruidas por explosiones de fuegos fatuos; sólo pudo llorar sin poder evitar volverse loco.»

96. [Monterroso] «Soñaba»:
«Cuando despertó, la joven todavía estaba allí. “Hay pocas cosas más bonitas que tu mirada sonriente; un amanecer, quizá”, le dijo. Quizá aún soñaba.»

97. [Monterroso] «Los anillos de Saturno»:
«Cuando despertó, en las altas cumbres del sentir dichoso, todavía estaba allí la calidez del viento de poniente; lo sentía dentro de sí. Sentía posar su mirada tierna en el fluir del tiempo, cual beneplácita alondra que sobrevolara los anillos de Saturno.»

98. [Monterroso] «Los últimos dragones»:
«Cuentan que cuando despertó, el cierzo despeinaba los árboles y se escuchaba a la quebrada cantar dolorosas, y se cuenta también que los dragones todavía estaban allí –los últimos– lamiéndose las heridas al abrigo de sus refugios inciertos.»

99. [Monterroso] «El tiempo»:
«Cuando despertó, el tiempo todavía estaba allí, aunque ya no era el de siempre; ahora fluía de abajo a arriba.»

100. [Monterroso] «Afortunados aquellos»:
«Cuando despertó, en aquella sinuosa gravedad que provoca cataratas en el valle del espíritu, todavía estaban allí aquellos privilegiados que no resultaron invictos en los inciertos aconteceres del verdadero duelo vital del devenir de su existencia. Afortunados aquellos.»

101. [Monterroso] «El valor de una coma»:
«Cuando despertó el dinosaurio, todavía estaba allí.»

102. [Monterroso] «El dinosaurio y yo somos uno»:
«Cuando desperté, el dinosaurio era yo.»

103. [Monterroso] «Homérico»:
―¿Cuándo?
―Cuando despertó.
―¿Qué sucedió?
―El dinosaurio…
―¿Qué?
―Todavía estaba.
―¿Dónde?
―Allí.
―¡Homérico!

104. [Monterroso] «Crionizado»:
«Le crionizaron a la espera de que la ciencia avanzara lo suficiente para curar su enfermedad. Cuando despertó, tuvo la sensación de que el dinosaurio nunca se hubiera extinguido, pues todavía estaba allí: la ciencia había avanzado lo suficiente no sólo para curar su enfermedad, sino también para revivirlos. Irónicamente ahora, ahora que era la humanidad la que estaba al borde de la extinción, tras la última guerra global.»

105. [Monterroso] «Un sueño»:
«Cuando despertó, lo comprendió al instante. El dinosaurio todavía estaba allí; todo había sido un sueño.»

106. [Monterroso] «La mariposa, el gato y el dinosaurio»:
«Los tres discutían sobre cuál de ellos era el más poderoso:
―El efecto de mi aleteo puede ser devastador al otro extremo del mundo –decía la mariposa.
―Pues yo puedo estar vivo y muerto al mismo tiempo –argüía, orgulloso, el gato de Schrödinger.
―Eso no es nada –dijo el dinosaurio–, porque cuando despertó, yo todavía estaba allí.»

107. [Monterroso] «Evolución»:
«Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí; ahora lo llamaban ave.»

108. [Monterroso] «¿Declaración unilateral de independencia?»:
«Cuando despertó Cataluña, España todavía estaba allí.»

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Un trabajito

23 Sábado Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #cuento, de Luis J. Goróstegui, para el #viernesnarrativo45 @M4627C]

Un trabajito

Sonó el radiodespertador. Las 0600 del sol 18 del mes local… ¡qué más daba cómo lo llamaran!… ni lo sabía ni me importaba, la verdad… en aquel remoto planetoide de nombre impronunciable en algún lugar perdido de la galaxia. Aún con los ojos cerrados alargué el brazo y agarré el libro de bitácora: «Misión 374. Día 12. Hoy tengo un día complicado. He quedado a las 1100 con un malnacido; Tras’os se llama, El Ignominioso le llaman sus ‘amigos’. ¿Cómo me he metido en este berenjenal? Bueno, de peores he salido», escribí o, mejor dicho, medio garabateé con la mirada borrosa –siempre me dicen que lo registre todo en un videolog, que es más rápido y eficaz, pero ¿qué le voy a hacer?, en eso me declaro algo anticuado, donde esté un libro de papel…–. Me duché, me vestí y bajé a la cocina de mi nave estelar: un cuchitril con cuatro cacharros donde Aroe, mi robot-cocinero, me hizo un revuelto autóctono y un café, o eso me dijo, no sé, estos alimentos modernos… ya no se come como antes. De fondo sonaba un tocadiscos: un violinista interpretaba un clásico… –sí, también prefiero los discos de vinilo–; ¡eso sí que era música, y no lo de ahora!
Todo había empezado un par de semanas antes, cuando mi jefe, Kelsmos –un gigantón gordo y malhumorado; el mandamás de aquella guarida de piratas–, me asignó un trabajito. «Será sencillo, Ahato; ya sabes, ahora con la desescalada y eso… ¡pero alegra esa cara, amigo mío, son nuevos tiempos!», me dijo con su vozarrón de ogro malayo. Me llamaba ‘amigo mío’, pero era más bien su lacayo, aunque un lacayo con cierta autoridad entre sus corsarios. El ‘trabajito’ se las traía, naturalmente, pero no podía negarme –tenía deudas y necesitaba el dinero–, al menos por el momento: debía ir al planetoide Sampwardankähl, o algo así, en el quinto pino, o más allá, ya me entendéis, donde una indeseable alimaña –el tal Tras’os– regentaba una de nuestras franquicias periféricas. El caso es que, aun habiendo firmado con sangre para subrogar el acuerdo que tenía el antiguo dueño con mi jefe, el infeliz, creyéndose alguien, había osado negarse a pagar su cuota. Y a eso iba yo: a cobrarla. Fácil, ¿verdad?
Se trataba de una franquicia muy rentable, es cierto, y de ahí nuestro interés por no quedarnos sin sus sabrosos beneficios: algo relacionado con la isoflavona y sus aplicaciones en tratamientos de cirugía estética genética transpolimórfica, tan de moda por aquellos tiempos entre la yet set.
Oculté mi nave en un rincón apartado, junto a unos manantiales de vapor it’aldusiano, lejos de la guarida de Tras’os, para evitar encuentros inoportunos con la guardia de gorilas armados que la custodiaban, y me dirigí al bunker para la reunión.
―Me siento honrado por su visita, señor Ahato, pero no era necesario que malgastara su valioso tiempo; podíamos haber llegado a un acuerdo vía holográfica no presencial –me dijo El Ignominioso con cierto tono zalamero.
―Me alegro oírle hablar de ‘acuerdo’, señor Tras’os –le respondí con una leve sonrisa.
―¡Pero por supuesto, amigo mío! –otro que me llamaba amigo mío–; al fin y al cabo la situación está clara: el negocio es mío y el señor Kelsmos no tiene ningún derecho sobre él.
―Me temo que en eso discrepamos, señor Tras’os.
―¿Y cómo me lo van a impedir, señor Ahato? –y soltó una carcajada sin gracia que hizo retemblar la mesa que nos separaba.
―Para eso he venido yo, ‘amigo mío’ –le dije sin sonreír.
―Un hombre solo… me suena a título de película –dijo Tras’os–. Mire a su alrededor y cuente: mis nueve hombres en esta sala, mi bunker, fornidos como osos; quince fuera aguardando una orden mía, y pueden venir más si los llamo; todos ellos guerreros sin escrúpulos curtidos en mil batallas y armados hasta los dientes…
Pero era evidente que todo estaba dicho. En lo que Tras’os tardó en dar la orden de matarme, yo me deshice de tres; en total tardé cuarenta y ocho segundos en aniquilar a los diez, incluyendo a Tras’os. ¿Y los hombres que custodiaban fuera?, preguntaréis: pues muertos; me había encargado de ellos antes de entrar en el bunker.
―Trato hecho, señor Tras’os –dije al irme.
A la mañana siguiente encontraron a El Ignominioso muerto desangrado en el suelo de su bunker, con la firma de Kelsmos tatuada en el pecho –era un mensaje: con Kelsmos no se juega–; y la foto de su cadáver se convirtió de inmediato en meme del año. El resto fue fácil. Cuando la noticia se hizo pública, descabezada la organización, sus gorilas y secuaces se rindieron o huyeron. Y, naturalmente, recuperamos la franquicia. Kelsmos sabía a quién enviaba a hacer sus ‘trabajitos’. Sabía que podía contar conmigo, que nunca le defraudaba. Quizá le pidiese aumento de sueldo. Sí.
Esa misma tarde escribí mi informe y se lo transmití a Kelsmos por señal de radio vía satélite –adjuntando, eso sí, un selfi mío junto a los muertos como prueba del trabajo bien hecho–, después de escanear las hojas de papel. ¿Qué queréis?, estoy chapado a la antigua.

Luis J. Goróstegui
[Ilustración de Ismail Inceoglu]


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 709: De otro lugar (Anotaciones de un extraterrestre en la Tierra)

22 Viernes Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

709. De otro lugar (Anotaciones de un extraterrestre en la Tierra)

709.1. Andando bajo la lluvia, mojándome, sintiendo que me convierto en agua o en impenetrable diamante, o en las dos cosas a la vez.

709.2. Mirando al cielo, buscando de dónde vengo.

709.3. Los peces me consideran una sirena; las aves, un dragón; los humanos… los humanos creen que soy uno de ellos.

709.4. La luna no es de queso, no, pero tampoco está deshabitada; allí se asentaron los míos cuando vinimos del «profundo».

709.5. Soy de otro lugar, lo siento en las agallas.

709.6. Cuando alguien me dice que no cree que exista vida extraterrestre inteligente en otros planetas, me dan ganas de quitarme mi escudo biocamuflador, mostrarme tal cual soy y darle un sopapo. Nunca llego a las manos, claro; me calmo y me digo: «Ya llegará el día, tranquilo, ya llegará el día.»

709.7. Nunca digo de dónde provengo, nadie me creería.

709.8. Con lo bonitos que tengo los ojos, nunca puedo enseñarlos: los humanos me matarían.

709.9. Cuando veo que una persona necesita un martillo para clavar un clavo, me río para mis adentros y me digo: «¡Qué blandurrios son estos humanos!»

709.10. Hoy he estado viendo la final del mundial de atletismo de 100 metros lisos, ¡qué lentitos son estos humanos! Si no fuera porque no puedo darme a conocer, iban a ver lo que es correr de verdad.

709.11. No todo es malo en la Tierra, no, pero echo de menos el aire denso de mi planeta y, sobre todo, sus emocionantes carreras sobre monstruos marinos.

709.12. Al único que he contado de dónde provengo ha sido al hijo de mi vecina, y aprovechando que su madre había ido un momento al cuarto de baño, incluso me he quitado las lentillas. Al ver mis ojos completamente azules, tan diferentes a los de su madre, sin nada de blanco en ellos, se ha reído. Es un cielo. Es que no podía aguantarme más; tenía que contárselo a alguien. Tiene sólo dos años, así que no corro peligro de que me delate.

709.13. El otro día me apunté a un equipo de atletismo –es que empezaba a sentir que necesitaba hacer más ejercicio–; pero no debí hacerlo, no al menos a la vista de todos. Ayer, sin ir más lejos, hice un salto de longitud de casi 12 metros, y eso que intenté que fuera corto. Será mejor que me cambie de ciudad: estoy empezando a llamar demasiado la atención de algunos humanos.

709.14. En ocasiones tengo que inhabilitar mi capacidad telepática; resulta desolador sentir los pensamientos de algunos humanos. En esos casos sólo puedo pasar a su lado y saludarles con una amable sonrisa, pero ellos me miran extrañados, como preguntándose de qué manicomio he salido. Pobrecillos, ¡si realmente fueran conscientes de lo afortunados que son sólo por vivir en un planeta como éste! Deberían haber vivido una temporada en el mío, entonces sabrían apreciar lo que tienen aquí.

709.15. Hace unos días me invitaron a una fiesta. No acabo de comprender por qué algunos humanos beben tanto, sabiendo lo mal que les sienta el alcohol. Debe ser consecuencia del lento proceso evolutivo de la humanidad, o de algún desajuste genético, si no, no me lo explico, la verdad. Del lugar de donde provengo hace siglos que conseguimos librarnos de esa lacra. Aunque debo admitir que surgieron otras, claro.

709.16. Ayer casi me descubren. Una onda de plasma solar afectó a mi escudo biocamuflador, que me permite adquirir apariencia humana, y aunque los efectos fueron breves, un joven llegó a verme tal cual soy. Afortunadamente creyó que tenía puesto un disfraz, pues me preguntó dónde lo había comprado: «…y sobre todo esos ojos totalmente azules, y ese increíble tono de piel, ¡es genial!», exclamó mientras admiraba mi aspecto alienígena. Yo le contesté con una mentira y me fui rápidamente. Será mejor que tenga más cuidado si no quiero acabar siendo un conejillo de laboratorio humano.

709.17. Hacía mucho tiempo que no dormía tan bien. Supongo que debe ser por la velocidad lenta de giro que tiene este planeta alrededor de su única estrella; y de que sólo tiene una luna, algo grande en proporción a su tamaño, la verdad; la poca gravedad también influye, claro.

709.18. Se me está acabando el dinero. Será mejor que vuelva a excavar en la montaña y coja un poco más de oro y algunos diamantes en bruto que luego me encargaré de pulir; aunque no mucho, no sea que los humanos sospechen.

709.19. La nave en la que llegué a la Tierra sigue bien oculta, he ido a comprobarlo. El fondo del mar es un buen escondite; sobre todo en esa fosa tan profunda. Es curioso que siendo tan diferente, en ciertos aspectos, el lugar de donde provengo, se parezca tanto a este planeta en otros; y sobre todo el mar.

709.20. Este es un lugar fascinante, pero… ¡los humanos son tan extraños!

709.21. La semana pasada volví donde tengo oculta mi nave espacial, en el fondo del mar, para recoger algunos instrumentos que necesitaba. Por el camino, mientras buceaba hacía la profunda oscuridad, me encontré con algunas ballenas. Me transmitieron su inquietud por su provenir. Son unos magníficos animales. Ojalá los humanos comprendan a tiempo la importancia de su supervivencia.

709.22. Con algunos de los instrumentos que recogí de mi nave espacial he fabricado una espada láser. En mi planeta hace tiempo que ya no se usan, pero tras ir al cine a ver la película me hizo ilusión construir una. Sin embargo, no debí probarla a la vista de todos: en el parque se me acercó un vecino, sorprendido de su calidad. No le dejé que la tocara, claro. Afortunadamente pensó que era una simple maqueta, y me preguntó cómo la había construido, con qué materiales y cosas por el estilo. Yo le contesté que era un secreto y que si se lo contaba tendría que matarle. Él se rió y yo le seguí la corriente. El muy incauto se creyó que estaba hablando en broma.

709.23. Echo de menos a los míos. Me encomendaron la misión de encontrar un lugar seguro donde poder asentarnos, pues ya no podemos seguir viviendo en nuestro mundo, y a veces creo que lo he encontrado en este pequeño planeta azul, pero entonces observo el comportamiento de algunos humanos y pienso que estoy equivocado, completamente equivocado. No sé, seguiré buscando un poco más, y si no encuentro un lugar adecuado buscaré en otro planeta.
Es curioso que, con la cantidad de vida inteligente que existe fuera de aquí, no haya detectado vida alienígena en este planeta. Supongo que el comportamiento violento y poco evolucionado que los humanos muestran en ciertas circunstancias les ha ahuyentado. Quizá yo deba hacer lo mismo; no sé, les daré una última oportunidad.

709.24. Ya pensaba que me tenía que ir de este planeta, pero al final he encontrado un lugar seguro donde poder establecerme con los míos. Deberemos adaptar nuestra apariencia física para evitar que los humanos puedan descubrirnos cuando tengamos que interactuar con ellos, claro, pero eso no será un problema. Lo importante es que he encontrado un nuevo lugar aquí, lejos de los de mi especie, donde poder vivir en paz. Ya les he enviado la señal de aviso. Dentro de poco volveré a estar, de nuevo, junto a los míos. Estoy contento de poder quedarme, además así podré seguir estudiando a los humanos. Si alguien me hubiera dicho, hace tiempo, que existían seres tan extraños como éstos en el espacio, me hubiera reído. ¡La sorpresa que se llevarían los humanos si alguna vez llegan a saber de nuestra existencia; ellos, que se creen los únicos inteligentes de todo el universo!

709.25. Hoy he salido con mi nave a dar una vuelta alrededor de la Tierra. No me preocupa que los satélites humanos me puedan detectar, mi nave es invisible para ellos. La Tierra es preciosa vista desde arriba; qué pena que los insensatos humanos se la estén cargando, ¡si pudiera hacerles comprender lo afortunados que son de vivir en un paraíso como éste! Sólo confío que se den cuenta a tiempo.

709.26. Procedo de otro lugar, del «profundo». Algunos de nosotros decidimos huir de allí, ya no podíamos seguir viviendo en esas circunstancias. Mientras aguardo la llegada de los míos, vivo en un pequeño piso, en la ciudad. Mi biocamuflaje me protege de las miradas indiscretas: es más conveniente para todos.
Me resultan curiosos, aunque intento intervenir lo menos posible en la vida cotidiana de los humanos, pero hay ocasiones en que no puedo evitarlo, o debería decir mejor que no quiero: ayer, mis sensores biológicos detectaron un paro cardiaco en uno de mis vecinos. Cuando llegué a él, ya había muerto. Habíamos conversado en un par de ocasiones. Es una buena persona –desconoce mi verdadera naturaleza, por supuesto–, y a pesar de que no debía intervenir, me dio lástima y le reviví. Él no sospecha nada, claro, y es mejor que sea así. Me gusta sentirme útil. La vida sería mucho mejor si todos nos ayudáramos mutuamente. Los humanos aún están a tiempo.

709.27. Hoy han llegado los míos. Ha sido un reencuentro emocionante para todos. Han ocultado su nave espacial en la misma fosa marina donde tengo la mía; es un buen escondite. En total somos treinta familias. Ya lo tenía todo dispuesto y les he conducido hasta el lugar seleccionado. Debo reconocer que me resultó sorprendente encontrar un anuncio de prensa en el que se vendía un pueblo deshabitado entero por el simbólico precio de un euro, a cambio de que los compradores se comprometieran a vivir allí con sus familias permanentemente y se responsabilizaran del cuidado y mantenimiento del pueblo. Es el lugar ideal para nosotros: en una zona boscosa entre montañas, no muy lejos del mar. En cuanto nos instalemos en él extenderemos un escudo psíquico a su alrededor de forma que impidamos que los humanos se acerquen, e, incluso, ni siquiera recuerden nuestra existencia ni la de nuestro nuevo hogar.

709.28. Hoy casi muero. Fue culpa mía, lo sé. ¿En qué estaría pensando cuando se me ocurrió? Suelo adquirir una apariencia anónima cuando necesito interactuar con alguien, o simplemente paseo por la ciudad viendo escaparates o contemplando el comportamiento de los humanos. Esta mañana, sin embargo, se me ocurrió, sólo por curiosidad científica, salir a pasear por la ciudad con la apariencia de alguien famoso –Justin Bieber, creo que se llama–. Mala idea, muy mala idea. No sé de dónde salieron, pero a los diez minutos de iniciar el paseo una avalancha descontrolada de jóvenes dementes –no me lo puedo explicar de otra manera– se abalanzaron sobre mí al grito histérico de «¡Es él!, ¡es él!». Durante unos segundos me zarandearon como a una marioneta. No he pasado tanto miedo en mi vida, ni siquiera cuando en mi planeta, allá en el «profundo», tuve que enfrentarme con un enorme y sanguinario Ainaäk. Salí huyendo como pude, claro. Menos mal que actué con rapidez y, al girar una esquina, cambié mi apariencia por el de un respetable anciano. La horda pasó a mi lado y se perdió calle abajo. Aún me tiembla el pulso al recordarlo. ¿Pero qué les pasa a estos humanos?

709.29. Hoy me he quedado profundamente impresionado al descubrir que Dios –el Dios de los míos, el de mi familia, mi Dios– también se hizo hombre en este planeta.

709.30. Ayer me divertí mucho. Resulta que en el pueblo de los humanos más cercano a nuestro nuevo hogar celebran todos los años un concurso de fuegos artificiales, y en parte por curiosidad y en parte por puro entretenimiento personal me apunté a él. Allí tuve ocasión de comprobar que si bien los humanos tienden a complicarse la vida de forma innecesaria, a la hora de divertirse son de lo más simples.
Los fuegos estuvieron bien; sencillos pero bien. A la hora de construir mi cohete tuve que contenerme, pues con un sencillo generador de plasma portátil y un par de matrices de neutrinos podría haber hecho que los humanos creyeran ver explotar a las estrellas, o que un monstruo estelar sobrevolara luminoso el cielo, pero no era cuestión de correr el riesgo de que me descubrieran, claro, así que me limité a utilizar materiales autóctonos y a echarme unas risas con los nativos –¡si ellos hubieran sabido con quien estaban charlando…!–. Aún así quedé segundo. Me dieron de premio un jamón ibérico de bellota. Estaba muy sabroso, he de reconocerlo. Al volver a nuestro nuevo hogar me traje algunos jamones para que los pudieran probar los míos. A la vista del éxito que tuvieron hemos decidido criar cerdos, a ver qué tal.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 704 – 708: Crónicas entre dinosaurios

20 Miércoles Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

 

Crónicas entre dinosaurios

«De las crónicas de aquella dimensión temporal
en la que aún existen dinosaurios en la Tierra.»

704. Don Quijote y el dinosaurio

De sus viajes por las lejanas tierras de las Indias Orientales, el conde de Abráldez se trajo uno de aquellos impresionantes lagartos gigantes. Durante el traslado a sus tierras, la comitiva se topó con don Quijote. Cuentan que éste, agradecido por tener la oportunidad de demostrar su arrojo y poder ofrecer tan extraordinario trofeo a su amada Dulcinea, luchó fieramente en singular batalla contra aquel monstruo, y en su frenesí sanguinario el Caballero de la Triste Figura gritó: «¡Muere, maraña de dinosaurio!» De ahí el dicho: «Matar lagartos como a dinosaurios.»

-0-

705. Alicia y los dinosaurios

Alicia entró en una de las habitaciones del segundo piso. Sus abuelos le habían dicho en varias ocasiones que no entrara en ella, pero no pudo resistir la curiosidad. Era una biblioteca llena de libros, con mapas en las paredes y maquetas de dinosaurios en las estanterías. Al fondo había un espejo muy grande, casi tanto como la pared. Se acercó a él y lo tocó con cuidado. Al igual que había sucedido con el espejo del salón, Alicia lo atravesó. Esta vez, sin embargo, fue a parar a una jungla, y lo primero que vio fue la enorme calavera de un tiranosaurio –«esta vez me andaré con mucho cuidado», se dijo–. Algunos pterodáctilos revoloteaban entre los altos árboles; a lo lejos se veían varios brontosaurus.

-0-

706. El Cid y su tiranosaurio rex, Babieca

Cuentan que la batalla de Cabra fue una masacre inevitable. El Cid Campeador del lado del rey de la taifa de Sevilla, Al-Mutamid, luchando contra el rey de la taifa de Granada, Abdallah ibn Buluggin, que tenía el apoyo del conde García Ordoñez. El espectáculo fue dantesco. Las tropas, a lomos de sanguinarios dinosaurios, luchaban espada en ristre; lanzada va, lanzada viene, tanto a ras de suelo como volando a lomos de despiadados pterodáctilos; las ballestas echaban humo. La tierra se tiñó de sangre. Pero lo más tremendo no fueron las armas de los soldados, no, fueron los mordiscos de los tiranosaurios rex, las garras de los velocirraptores, los golpes de cola de los anquilosaurios y los pterodáctilos cayendo en picado en medio de las tropas enemigas. Realmente tremebundo. Ganó el bando de El Cid, por supuesto. Cuentan que, como trofeo por la victoria, El Cid recibió de regalo un espléndido tiranosaurio rex norteafricano, de gran agilidad y velocidad, robusto y pesado, algo especialmente valorado en los dinosaurios de guerra. El Cid lo llamó Babieca.

-0-

707. La batalla de Wad-Ras y los dinosaurios del Congreso

Las crónicas de la época cuentan que el 23 de marzo de 1860 las tropas españolas, dirigidas por los generales Echagüe, Ros de Olano y Prim, vencieron a las fuerzas marroquíes en el valle de Wad-Ras. En una gran llanura junto al río Bu-Seja, los batallones se enfrentaron en sangrienta batalla, bien a lomos de fornidos velocirraptores o incluso sobre tiranosaurios, mientras brontosaurus y triceratops transportaban los cañones más pesados; espada en ristre, con fusil y bayoneta o con espingardas, la lucha fue terrible y los cadáveres se amontonaban unos sobre otros. Las tropas españolas aguantaron el primer asalto del enemigo, y el ataque de los voluntarios catalanes, al mando del general Prim con avances a pecho descubierto, sirvió para consolidar el control del puente sobre el río. Prim y Ros de Olano se adueñaron, por fin, de posiciones que aseguraban el paso del desfiladero de Fonduc. Finalmente, un jinete enemigo, a lomos de un parasaurolofus, apareció por el horizonte: era el emisario del Sultán que proponía a los españoles las tan ansiadas conversaciones de paz.
Cabe señalar que en 1865 los cañones de bronce capturados a los marroquíes en la batalla fueron fundidos y con su metal se construyeron los tiranosaurios rex que hoy presiden el Congreso de los Diputados de España.

-0-

708. Aníbal y sus dinosaurios en la batalla del Tajo

Escribió Tito Livio en su Ab Urbe condita: «A partir de su llegada a Hispania, Aníbal atrajo todas las miradas. “Es Amílcar en su juventud, que nos ha sido devuelto”, se escribían los viejos soldados.» Cuentan que, al paso del ejército de Aníbal, el suelo retemblaba. Por donde pasaban sus brontosaurus, sus triceratops, sus tiranosaurios rex, todo quedaba arrasado. Como en la llamada batalla del Tajo, en el año 220 a.C., en la que se enfrentó a una coalición de tribus meseteñas, formada por carpetanos, vacceros y olcades. Todo sucedió tras llevar a cabo los saqueos de Helmantiké y Arbucala. Fue entonces cuando Aníbal inició el regreso hasta su base en Qart Hadasht. Una vez en el valle del Tajo, se dirigió a uno de los vados del río que le permitiese atravesarlo; allí le aguardaba el ejército carpetano. Entonces Aníbal «levantó una empalizada de forma que los enemigos tuviesen sitio por donde cruzar y decidió atacarlos cuando estuvieran cruzando.» –indica nuevamente Tito Livio en su libro. Y así, los pocos guerreros que conseguían cruzar y alcanzar la otra orilla fueron blanco fácil de los feroces velocirraptores, anquilosaurios, paquicefalosaurios o deinonicus de Aníbal que, situados en la misma, les esperaban acechantes. Fueron victorias como ésta las que agrandaron la fama de gran estratega de Aníbal y las que provocaron la admiración incluso de sus enemigos. De hecho, su mayor enemigo, Roma, adaptó ciertos elementos de sus tácticas militares a su propio acervo estratégico.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Un asunto ruso

15 Viernes Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #cuento, de Luis J. Goróstegui, para el #viernesnarrativo44 @M4627C]

Un asunto ruso

―¡Uf!… no se puede imaginar el martirio que ha sido esta última semana… ¡con decirle que acabé muerto!… –bueno, qué le voy a decir a usted, claro–. Y eso que cuando acepté el caso no pensé que fuera para tanto. Era una mujer elegante, rusa según me dijo –Tatiana se llamaba–, un tanto presumida y algo hipócrita y egoísta, la verdad –aunque eso lo supe al final–, demasiado tangencial y peripuesta para mi gusto, si me entiende, pero aquel primer día me pareció sincera. «Mi marido ha desaparecido, detective; ¡encuéntremelo, por favor!; el dinero no es inconveniente», me pidió entre sollozos; y sin más –mis honorarios no eran bajos– puse manos a la obra.
―Cuénteme, ¿qué pasó? –preguntó el psicólogo.
―Ahora lo recuerdo todo un tanto borroso, déjeme que consulte mis notas –sin duda fue un acierto mi costumbre de agendar todo lo ocurrido; o al menos los sucesos más destacados–; aún hoy me cuesta dar crédito a mis recuerdos: El tipo estaba metido en chanchullos con la mafia rusa –¡el muy idiota!–, y una mañana, mientras comía canelones a la carbonara en un barucho, llegaron dos matones armados hasta las cejas y se lo llevaron a rastras en una furgoneta sin matrícula; «eran dos malas bestias: uno, un monstruo grande como un oso; el otro, un zopilote amargado, ya me entiende», me dijo el del bar; «se lo aseguro, detective, lo vi todo de todo», añadió; y lo mismo me dijo la camarera, que ídem de ídem. La camarera… Amparo, se llamaba… estaba cañón… desde la ventana de su habitación se veía la luna… Pero, a lo que iba, disculpe: luego me vi envuelto sin comerlo ni beberlo en una guerra entre dos bandas rivales y llegaron las amenazas, las persecuciones, los tiros –los rusos no se andan con chiquitas… ¡menudos bazucas se gastan los tíos!–… El caso es que el idiota ese había acordado con un tal Sergei –un mandamás de la mafia rusa de gesto adusto– robar del museo arqueológico una importante escultura, una divinidad del período clásico de la cultura maya –fechada entre los años 550 y 950 d.C.– con un valor estimado de unos tres millones de euros, como pago a unos ‘favores’ y, ¿a que no sabe qué quiso hacer el muy fantoche?, ¡pues venderla a otros rusos!… ¡si le digo que era idiota!… o eso intentó el muy… Pero, claro, le pillaron. ¿Y a que no imagina lo mejor?… pues que la ideóloga de todo el embrollo había sido la propia Tatiana esa, que era –agárrese los machos– la mismísima hija del tal Sergei, porque, al parecer –¡y que me aspen si lo entiendo!–, quería desquitarse con su ‘papuchi’ pues éste no veía con buenos ojos su relación con el idiota en cuestión, y por eso se llegaron a casar en secreto y todo; ya ve, todo un melodrama… ruso.
―Y por eso está ahora aquí –dijo el psicólogo.
―Eso es. Entre tantos tiros de un lado y de otro, uno de ellos me dio de lleno; ya le dije antes que acabé muerto.
―Sí, no se preocupe, no es el primero que me llega en las mismas condiciones, tranquilo, este sitio no está nada mal, sólo tendrá que acostumbrarse al cambio, yo le ayudaré… Tendremos tres sesiones a la semana, con eso será suficiente; para dentro de un par de ciclos celestiales estará en condiciones de marcharse del Purgatorio.

Luis J. Goróstegui


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 700 – 703: ‘Recogida de desechos’ y otros cuentos sin importancia

15 Viernes Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

700. Estrategia

Durante la semana era crítico gastronómico y le encantaba su trabajo: su estrategia era recorrer la ciudad, de restaurante en restaurante, fijándose en los modales de los comensales que en ellos cenaban; según su experiencia era el mejor indicador de la calidad de la comida. Luego, las noches de luna llena, aguardaba paciente en una esquina a que salieran y, tras seguirles hasta algún lugar solitario, transformado en licántropo, se les echaba al cuello y se los comía.

-0-

701. Uno de esos días

Desde lo alto del acantilado la pérfida bruja, rodeada de su horda sanguinaria de orcos, prepara el mortal ataque final a la ciudad. En eso eleva la mirada y contempla obnubilada el cielo.
―¡Qué hermosura de amanecer! –exclama la arpía hechicera.
―¿Pero que dice esta mujer? –se pregunta uno de los orcos.
Le responde otro, que está terminando de devorar vivo el desayuno; hoy toca rata.
―Shhhh, ¡que no te oiga!, hoy tiene el día sensible.

-0-

702. Recogida de desechos

Por la noche, los camiones de recogida de desechos van por las calles recogiendo la basura. Yo los he visto. Los trabajadores van y vienen; acercan los contenedores, los enganchan al camión y éste vuelca la basura en sus tripas, y luego lo transportan a vertederos o a centros de tratamiento para su reciclaje. Todo normal. Sin embargo no todos los camiones sirven para eso. No. Porque por la noche no todo lo que hay en las calles debe permanecer en ellas. Y para eso están los otros camiones y sus trabajadores. Se parecen a los trabajadores normales que recogen basura, pero no lo son. Porque por las calles también hay monstruos. Y aquellos trabajadores son los cazamonstruos. Trabajan para una organización secreta. Van por las calles y cuando ven a uno, lo cazan y lo enjaulan en sus camiones y luego lo transportan a sus instalaciones secretas. Yo los he visto. Espero que ellos no me vean a mí.

-0-

703. De compras

Los allí reunidos observaban en silencio el sarcófago; la joven que en él yacía parecía dormir. Inmóvil. Sus ojos cerrados. Su piel blanca y fría como la nieve. En eso llegó su padre con semblante serio.
―Es la hora –dijo pesaroso–. Vamos, date prisa en decidirte, que hay gente esperando.
―¡Pero, papá, déjame que pruebe otro, este tampoco me gusta! –le respondió la joven vampira levantándose del féretro.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

Csi 695 – 699: ‘Bram’ y otros cuentos sin importancia

13 Miércoles Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ 1 comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

695. Inusual

Trabajo de mayordomo en la vieja mansión de la familia Riveiro, y debo confesar que todo es muy misterioso, aunque no me puedo quejar: me pagan bien y no tengo demasiado trabajo. De todas maneras es una familia rara. Duermen de día, salen a trabajar de noche y duermen en ataúdes. Sí, ya sé que me diréis que no es que sean raros sino que es que son vampiros, lo sé, pero no es eso lo que me confunde, no. Eso me sorprendió al principio; ahora ya estoy acostumbrado, aunque me sigue molestando que derramen sangre en las alfombras, ¡no sabéis lo difícil que es quitar una mancha de sangre de una alfombra!, ni os lo podéis imaginar. Lo raro es que se llevan bien con los licántropos de viven en el bosque. ¡Eso no puede ser sano, digo yo! De donde yo provengo, los vampiros y los licántropos siempre se han llevado fatal. Es lo normal. Sin embargo, mis señores parecen incluso disfrutar de su compañía, y lo peor es que los licántropos del bosque les aceptan. Desde luego creo que nunca llegaré a acostumbrarme; los habitantes de este extraño país son raros, muy raros. ¡Todo es tan inusual!

-0-

696. El monstruo

En lo profundo del lago habita un monstruo. Un día se asomó a la superficie y una de las crías de esas alimañas que pueblan la tierra le vió y avisó a una horda de individuos adultos de su misma especie que comían cerca. El monstruo pudo huír bajo el agua a través de un pasadizo que conecta el lago con otro más profundo y seguro. Afortunadamente todo el interior del planeta está lleno de galerías que conectan la infinidad de mares subterráneos que lo inundan y él se los conoce todos. El monstruo sabe que esas alimañas no descansarán hasta darle caza así que él tampoco parará hasta encontrar un lugar seguro donde poder vivir en paz. Esas alimañas están por todas partes y el monstruo ya ha perdido la esperanza de poder vivir en la superficie de la Tierra, pero, al menos por ahora, los humanos no le encontrarán ahí abajo.

-0-

697. Árbol

Durante aquel verano pasaba las tardes en el bosque, no muy lejos de casa, jugando junto al lago, subiendo y bajándome de mi árbol favorito; me imaginaba que era mi castillo, o incluso una nave espacial. Allí le conocí. Lo curioso es que al verle no me dio miedo. Mi abuela me había contado que en el bosque vivía un ogro, pero yo no la creí, claro. El caso es que al encontrármelo junto aquel gigantesco árbol que tanto me gustaba me acordé de lo que me contaba mi abuela, y eso que él no era un ogro, técnicamente hablando, al menos.
―Hola –le dije.
Él me miró pero no me dijo nada. Era grande, muy grande, mucho más que un jugador de baloncesto, y mucho más gordo. Lo que me llamó la atención es que estaba unido al árbol. No es que estuviese agarrado a él, no, es que él era parte del árbol; mejor dicho, él era el árbol: sus piernas estaban conectadas a las raíces, eran las raíces, y de ellas surgía el resto de su enorme cuerpo. Entonces dio unos pasos hacia mí. Pensé que no podría hacerlo al estar fusionado con el árbol, pero según se acercaba, las raíces de sus pies se unían y separaban del suelo, como si a cada paso, las raíces subterráneas de los árboles cercanos le fueran ayudando a caminar. Cuando estuvo cerca de mí, se detuvo.
―Hola –me dijo con voz profunda.
Cuando se lo conté a mi abuela, me dijo que era muy afortunado, ya que no todo el mundo puede ver a las criaturas del bosque.
De eso hace ya casi treinta años –yo tenía doce–, y seguimos siendo buenos amigos. Ni siquiera sé cómo se llama; yo le llamo árbol.

-0-

698. Bram

Westminster, 1897.
La sala de prensa estaba a rebosar, expectante ante lo que pudiera decir el escritor Abraham Stoker. Para el evento se había elegido un antiguo castillo; qué mejor para la presentación de su nuevo libro «Drácula».
―¿Por qué una novela de vampiros? –le preguntó un periodista.
―Hace tiempo conocí a un anciano eremita que me introdujo en otro mundo: el de los vampiros. El libro es una deuda de gratitud que le debía desde hace mucho tiempo –respondió Abraham.
Al finalizar la presentación, Stoker se marcho paseando. Poco después, al girar una oscura esquina, se detuvo, y, al comprobar que nadie le seguía, de un salto se aferró a la pared del edificio y reptó por ella –como la araña que corretea hacia su guarida–; al llegar a la azotea, extendió sus alas y emprendió el vuelo.
Y es que el eremita no sólo le enseñó todo lo que sabía sobre los vampiros, sino que le convirtió en uno de ellos, pues aquel anciano era un vampiro, el primero de todos, el más cruel; y desde entonces Abraham no sólo era Bram: él era Bram «el Vampiro» Stoker.

• NOTA:
Microrrelato publicado en la antología «Homenaje» de la revista «El Narratorio». 2018. (pags. 40-41): https://elnarratorio.blogspot.com/p/blog-page_40.html?m=1

-0-

699. Catador
Seleccionaba su lugar de veraneo según la clase de caldo que criaban sus habitantes. Era un experto catador. Este año decidió ir a Briones; sus riojas tenían reconocida fama y hacía tiempo que el vampiro no degustaba sangre española.

©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia

 


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

1125. ‘Si quisiera nombrarlo todo’ y otros cuentos sin importancia [Enero-2020]

12 Martes Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #cuento de microcuentos, de Luis J. Goróstegui]

1125.1.- Un apasionante thriller
―¿Qué lees?
―Un apasionante thriller.
―¡Pero… si es un diccionario!
―Sí, pero tras cada etimología se narra una emocionante aventura.

1125.2.- Soy de lo que no hay
Soy de lo que no hay, lo admito. ¡Y yo que antes pensaba que lo había visto ya todo! Pues bien, ayer mismo… veréis, era la primera vez que salía de casa solo, así que me armé de valor, aguardé a que un rayo de sol me impulsara y en ese preciso instante me agarré a un pétalo de mi diente de león preferido y salí volando; la visión del jardín desde lo alto me resultó sobrecogedora.
Nunca volveré a cometer el pecado de pensar que lo sé todo, aunque me vaya la vida en ello.

1125.3.- Diario de un escalador
Día vigésimo tercero. Escribiendo círculos más neciológicos que otra cosa, recorro, circunspecto y una pizca anonadado, el canto inclinado de una cima olvidada que me apremia sine qua non a ladear la testa para mantener el equilibrio; tal es la terca cuestión que me embriaga la sublime percepción de saberme en la cúspide. Para tal ecuánime acontecimiento vital me preparé a conciencia –y a inconsciencia también, todo sea dicho para mayor loa y desagravio del que suscribe la presente– leyendo y olvidando a la par textos insondables de antiquísima cuna que me ofrendó el bibliotecario ciego que me asistió en tal misión imposible. Un tatuaje maorí me sirve de brújula. Y aquí, a vista del horizonte, con nubes a mis pies y el sol en lo alto, hago memoria huidiza de la epopeya sufrida para alcanzar tal gloria. ¿Es aquello que vislumbro a lo lejos una eunice alada, o quizá un legendario trasgo enloquecido a lomos de un dragón escupefuego volador? Lo desconozco. Nunca pensé ver nada igual. Me falta el oxígeno. Me requieren las ninfas. El sueño me invade.

1125.4.- Fiesta de cumpleaños
Cuando no venía ninguno de sus compañeros del cole a la fiesta de su cumpleaños, abría el armario de su habitación e invitaba a los monstruos.

1125.5.- Alien-LEGO2020
Afuera llovía y yo jugaba en mi cuarto y construía un Alien-LEGO2020. En eso un rayo entró por la ventana y le dio de lleno al muñeco. Éste cobró vida y de la reacción en cadena se autorreprodujo en infinidad de individuos. Fue entonces cuando comenzaron la invasión.

1125.6.- La meta
―¿Qué meta debo buscar, maestro?
―No busques la guerra que aniquila, mas tampoco la desidia que idiotiza. ―¿Entonces?
―Busca la paz que enardece.

1125.7.- Despertares
Dicen que hubo un tiempo, hace mucho, cuando los elfos y los ogros habitaban la tierra, en el que los pérfidos ghaa’dyn –criaturas grandes como montañas y mucho más peligrosas aún que los dragones– arrasaban a su paso las aldeas del norte. Afortunadamente un poderoso mago acabó con su reinado de terror convirtiéndoles en enormes figuras de roca.
Desde entonces la humanidad ha olvidado su localización exacta pero en ocasiones, cuando voy de excursión al campo o percibo algún pequeño temblor de tierras, me imagino que son ellos que despiertan y fantaseo con que las montañas se desperezan y se disponen a andar de nuevo.

1125.8.- Mapeando
―¿Qué haces?
―Dibujar un mapa.
―¿Y qué harás con él?
―Imaginar que lo sobrevuelo a lomos de un dragón escupefuego del norte.

1125.9.- 128 cumpleaños
Los elfos existen, y los duendes, las hadas, los hobbits, incluso los ogros y los orcos; los he visto celebrando el 128 cumpleaños de #Tolkien en una bar, entre cervezas y un sabroso menú de la Tierra Media. Iban camuflados como humanos, pero eran ellos, sin duda.

1125.10.- La nada y el todo
Escribo cuentos de hadas, duendes o dragones, de robots o extraterrestres, incluso de fantasmas o monstruos, y parece que son cuentos, pero no, no lo son, porque no escribo de ellos, no, escribo de la vida, el amor, el tiempo y la muerte, de la nada y el todo.

1125.11.- Procesión de doncellas
A la luz nocturna de farolas de piedra, una procesión de doncellas vestidas con velo y kimono de geisha ascienden solemnes las escaleras de roca y musgo, senda milenaria que conduce del valle al santuario; y, mientras, voces dulces susurran alabanzas cadenciosas.

1125.12.- Abatidos
Abatidos de vivir a ras de suelo, bajo capas irrespirables de contaminación y ruido, decidieron construir ciudades en el cielo, entre las nubes y el sol, donde los pájaros volaban libres, para sentir el viento en la cara y volver a recordar lo que es la libertad.

1125.13.- A pesar de la lluvia pertinaz
A pesar de la lluvia pertinaz y del viento que agita la aldea, la mujer de vestido ajado atraviesa la noche fría para asistir a su anciana vecina –lleva una cesta con sopa caliente y dulces blandos–; ésta, enferma y pobre, la aguarda como niña a los Reyes Magos.

1125.14.- Cuestión de principios
―Tiene la palabra, por el Partido Nacional, el señor García.
―Gracias, señora presidenta. Señoras y señores representantes de la soberanía nacional. Dicen que el señor Sánchez no tiene principios. Principios. Del latín principium: ‘Reglas o normas que orientan la acción de un ser humano y que guían su conducta, su percepción de la realidad y su pensamiento’, según el diccionario. Resulta comprometido cumplir con nuestros principios, actuar conforme a ellos, serles fiel. Resulta embarazoso, hoy en día, tener principios, impopular –no es práctico, añadiría yo– actuar conforme a ellos, sin trastocarlos por conveniencia. Pero al señor Sánchez le resulta fácil, ¿verdad, señor Sánchez?; don Pedro, el Grande, le llaman algunos, y no sin razón, pues al señor Sánchez le da igual ocho que ochenta. ¿Ajustarse a los principios morales y éticos?… ¿qué es eso? Don Pedro, el Deshonesto, le denominan otros con cierto tono despectivo, pues, para él, lo que por la mañana es blanco, por la tarde es negro; y si te he visto, no me acuerdo, ¿verdad, señor Sánchez? Dicen que el señor Sánchez no tiene principios, pero se equivocan, créanme, porque el señor Sánchez sí tiene principios, principios Marxistas, sí, Marxistas… pero Marxistas de Groucho, porque, como diría el señor Sánchez, perdón, el señor Marx: «Estos son mis principios pero, si no le gustan, tengo otros»; todo con tal de alcanzar el poder y no soltarlo, ¿verdad, señor Sánchez?

1125.15.- En la noche oscura
En la noche oscura, cuando sufres sin razón aparente, replican en tu alma sueños incesantes que, adheridos al susurro del corazón infame del vagabundo errante en el que te has convertido sin saber ni cómo ni por qué, buscan metas lejanas, mas no inalcanzables, como anhelos de tu pensamiento inquieto que llamaran a la puerta. ¿Quién es?, preguntan desde tu interior vital; ¿qué quiere?, insisten obstinados; y, sin saber qué contestarle, te marchas, te alejas sin más, como perro vagabundo sin dueño, con la esperanza, no obstante, de encontrar un hogar a la vuelta de la esquina. Y así una y otra vez, hasta el final en el que, esta vez sí, te abrirán la puerta.

1125.16.- Conversando en una charca
―Te veo espiritutifláutico, la verdad –le dijo un renacuajo a otro en una charca.
―Gracias, hago lo que puedo para mantener la línea –le respondió el otro con una tímida sonrisa.

1125.17.- Carbón por Reyes
―¿Qué te han traído los Reyes Magos?
―Seis toneladas de carbón.
―¿Y qué haces con tanto?
―Lo prenso y lo convierto en diamantes.
―¿Pero para eso hacen falta millones de años?
―No importa, tengo mi propia máquina del tiempo.

1125.18.- Servotrabajo
Construí un muñeco gigante y le acoplé unos servomecanismos que trasladaban a su cuerpo los movimientos que realizaba yo en la distancia con un factor exponencial de amplificación, tanto de potencia como de precisión. Con él lo mismo talaba árboles como cambiaba de rama los nidos de los pájaros.

1125.19.- No de aquí
Siempre tuve la sensación de que no era de aquí. Por eso no me extrañó cuando un día, visitando el Zoo Acuario, comprendí lo que me decían los delfines.

1125.20.- La nueva vecina
La vieja casa de la colina lleva abandonada muchos años. Hace unos días, sin embargo, la ha comprado una anciana mujer. La casa estaba a muy buen precio, pues, desde que sucedió aquella desgraciada tragedia en la que murieron sus antiguos dueños, nadie había querido vivir en ella; no obstante la casa sigue con su mismo aspecto de antes, como esas mansiones embrujadas de los cuentos de miedo; su nueva dueña, al parecer, tiene unos gustos muy estrafalarios en cuestión de decoración y no ha hecho nada por arreglarla. En eso, un lunes al atardecer, con el cielo gris…
Llaman a la puerta. La dueña de la vieja casa mira por la mirilla y sonríe. «¿Qué queréis, niños?», pregunta con voz aguarrentosa sin abrir la puerta. «Vendemos galletas caseras con las que sacar dinero para nuestro Club del colegio, ¿querría comprarnos algunas, señora?», le responden unos niños vestidos de Boy Scouts. La anciana mujer –vestida de negro, con su nariz aguileña, su pelo greñudo y esas uñas sucias y afiladas como garras– abre y el viejo portalón chirría; ella se asoma, les sonríe mostrando su macabra dentadura y alarga los brazos y trata de acariciar las cabezas de los niños. «Por supuesto, niños, dadme…», les empieza a decir, pero, antes de que pueda terminar la frase, los niños gritan aterrados al verla y salen corriendo. La anciana se pregunta por qué los niños –y muchos adultos también– huyen despavoridos siempre que la ven; no acaba de comprenderlo. Al fin y al cabo la bruja ha dejado de comer carne humana –al menos los lunes y, quizá, los viernes; los fines de semana es otra cosa, claro– y sólo quiere ser una buena vecina.

1125.21.- Entre hadas y ogros
En un bosque de hayas y gominolas
celebran un partido de futbol hadas y ogros, ¡cómo mola!
El árbitro, en vez de un libro de reglas, lleva una espada al cinto, ¡pardiez!,
no sea que los jugadores le saquen un ojo de una patada, ¡rediez!
Al lateral izquierdo se le ha caído un botón de la camisa;
al tuercebotas del ogro número ocho se le ha roto la sisa, ¡qué risa!
Los ogros meten un gol;
las hadas empatan. ¡Gol!
Y así, hadas y ogros celebran, al fin,
un partido de futbol en un bosque de hayas y gominolas. Fin.

• [Nota: Este microcuento, «Entre hadas y ogros», fue leído en el programa de radio 409 de @menudo_castillo. Escuchar a partir de 2:21:00 en: https://www.menudocastillo.com/2020/01/menudo-castillo-409-tres-autoras-y-una.html]

1125.22.- Viajar en ascensor
En un vertedero de chatarra he tenido la fortuna de encontrar un viejo ascensor de esos de estilo Art Nouveau de finales de 1800 –me gusta porque, por sí sólo, ya parece la cabina de un cohete estelar steampunk– y no he podido resistirme y me he puesto manos a la obra. Le he acoplado un acelerador de hadrones y un motor trifásico de plasma, lo he reforzado con un intraesqueleto presurizado de aleación de fibra de vidrio y tungsteno y le he añadido un sistema de seguridad para los tripulantes. Anoche realicé el primer vuelo de prueba. Eran las tres de la madrugada. Veréis, soy ingeniero aeroespacial y vivo en una casa de campo a las afueras, con un laboratorio de techo retráctil lo suficientemente grande. La noche estaba clara y limpia, la luna llena y las estrellas iluminaban el cielo. Las condiciones eran las óptimas. El caso es que en ir y volver a la Luna tardé cinco horas treinta y siete minutos. Todo fue como estaba previsto. La semana que viene iré a Marte. Les dejaré a los de la NASA un mensaje de bienvenida; cuando lleguen y lo vean no se lo van a creer.

1125.23.- Camuflaje
El robot alienígena, enviado para analizar a la humanidad, aterrizó en la Tierra y se camufló para no ser descubierto por los humanos. Mientras recorría las calles de la ciudad, la gente se le quedaba mirando asombrada. «¡Mira, mamá, es C-3PO!», exclamó un niño.

1125.24.- Tréboles
―He descubierto un campo de tréboles precioso, oculto entre dos montes escarpados, junto al río.
―¡Eso es estupendo!, ¿por qué estás triste?
―Porque llevo todo el día buscando y no he encontrado ninguno de tres hojas; todos son de cuatro.

1125.25.- Hubo un tiempo
«Hubo un tiempo», me dice mi madre, «en el que vivíamos en paz, en el que la gente nos saludábamos, nos sonreíamos y charlábamos al cruzarnos por la calle…»:
―Buenos días, Alejandro.
―¿Qué tal vamos, don Antonio?, ¿viene de comprar?
―Tirando, pero vamos…; sí, de comprar el pan y algo de fruta.
―¿La familia bien?, salúdela de mi parte.
―Sí, bien, gracias, de tu parte…;
«…o al entrar en un ascensor»:
―Hola, Ana, ¿al quinto, verdad?
―Hola, Juan, sí, por favor.
―Hoy parece que va a hacer sol.
―Sí, éste será un buen verano.
―Llevas un bonito vestido…
«Pero eso era antes», me dice mi madre con nostalgia, mirándose las arrugas en el espejo y arreglándose el vestido, «ahora la gente ha perdido humanidad; ya casi ni nos miramos», me repite. «Todavía duele el aire… aún se respira tirantez en el ambiente; ¡maldita guerra!», recuerdo que me dijo una mañana gris de invierno como queriendo exorcizar el curso de la vida. Yo la miré en silencio y no supe qué contestarle, así que le di un beso en la mejilla y le sonreí. Luego, en mi cuarto, lloré sin que ella me viera.
Sí, hemos cambiado… a mal. La guerra nos ha hecho mucho daño… ¿Qué nos ha pasado?… Odios, rencillas, venganzas… Los que sobrevivimos a las bombas… es como si hubiéramos perdido algo, el alma… no sé. Y, en la oscuridad de mi habitación, rezo.

1125.26.- Refugios
Los astronautas recogieron datos, rocas, analizaron Marte, su atmósfera tenue, sus hielos polares, sus estratos geológicos, luego regresaron a la Tierra. Definitivamente no existían los marcianos. Cuando se hubieron ido, los marcianos salieron de sus refugios.

1125.27.- Extrañezas
Sobreviviendo en tierras de vampiros, entre armónicos de pianos de cola en Do Mayor, iluminado el cielo nocturno por galaxias exotérmicas, soportando implosiones de supernovas sobresaturadas de gravitones enfurruñados; inocentes extrañezas de originalidad.

1125.28.- Ad hoc
Aldaba en bronce marchito que resuena como olas atizando sobre la superficie de un planeta que diluyera ríos de pintura fluyendo, alocados, entre corrientes de Coriolis aceleradas ad hoc; y un aleteo incesante de un dragón tras un hipogrifo me devuelve la conciencia.

1125.29.- Analogía subsidiaria
Una fila de mariposas anaranjadas-de-bordes-negros enroscadas entre ellas como ochos danzarines creando diagramas Euler-Venn una y otra vez cuales imperios galácticos enfrascados en un dilema-sin-solución-aparente; sí, así, pero solucionable.

1125.30.- Dilema en tres secciones
1.- Extrañezas. Sobreviviendo en tierra de vampiros, entre armónicos de pianos de cola en Do Mayor, iluminado el cielo nocturno por galaxias exotérmicas, soportando implosiones de supernovas sobresaturadas de gravitones enfurruñados; inocentes extrañezas de originalidad.
2.- Ad hoc. Aldaba en bronce marchito que resuena como olas atizando sobre la superficie de un planeta que diluyera ríos de pintura fluyendo, alocados, entre corrientes de Coriolis aceleradas ad hoc; y un aleteo incesante de un dragón tras un hipogrifo me devuelve la conciencia.
3.- Analogía subsidiaria. Una fila de mariposas anaranjadas-de-bordes-negros enroscadas entre ellas como ochos danzarines creando diagramas Euler-Venn una y otra vez cuales imperios galácticos enfrascados en un dilema-sin-solución-aparente; sí, así, pero solucionable.

Todo y nada, quizá.

________
[N. del A.: Parafraseando a Joyce, he puesto tantos enigmas y acertijos (o no) que el microcuento mantendrá ocupados a los profesores durante siglos, discutiendo acerca de lo que quise decir. Esa es la única forma de asegurarse la inmortalidad.]

1125.31.- Recovequeando
Recovequeando entre líneas, entre palabras sesteando, bosquejeando a trazos atildados, enjuagados de churretes insidiosos que no dejan contemplar la senda escrita, leída, releída; me pregunto qué quiso decir el autor, si es que acaso quiso decir algo.

1125.32.- Dejo pistas
«Dejo pistas como Hansel y Gretel miguitas de pan por el camino, pues aguardo oculto en mi guarida a que alguien pise por mis huellas y, en un descuido, me permita abalanzarme a su cuello y degustar su carne y su sangre.» ―Del diario de un vampiro.

1125.33.- Una lisonja
En el regazo una lisonja, una sonrisa, un ronroneo cadencioso por una caricia; los ojos profundos, insondables, de mirada alienígena; se estira, se desentumece de la siesta y su mano toca mi mano; «hola», le digo; me mira. Mi gato.

1125.34.- Ilógico y abusivo
Entro en una tienda para comprar unos cuadernos y unas pinturas y le pregunto al dependiente si tienen lápices negros del 6B. El joven me mira con sus ocho ojos y, sin decirme nada, alaga sus arácnidos brazopiernas, alcanza de un salto el techo y avanza boca abajo por él hasta detenerse sobre un estante, y desde el techo, lanzando una ristra de hilos de seda con un movimiento del abdomen, coge unos lápices. «Sí, aún nos quedan estos», me dice al regresar al mostrador. Se los pago y salgo a la calle. En lo que tardo en llegar a mi casa me cruzo con un señor mayor de cuello de jirafa y aletas de foca, con una joven de piernas de canguro y rostro de tigresa malaya y con una mujer de astas de gacela y alas de águila imperial. Me siento como si anduviese entre animales. «La gente está perdiendo la cabeza», me digo mientras llego al portal y unos jóvenes con aspecto de guepardo –que salen a la calle– me miran y cuchichean; se ríen de mí –no es la primera vez que me ocurre– pues soy el único vecino que aún no se ha operado nada para presumir de su aspecto o para mutar sus capacidades físicas. Es lo que tiene abusar de la ingeniería genética que, por una presión mediática que restringe libertades e impone comportamientos ilógicos y abusivos –promovida por otro lado por el Poder–, de tratamiento para curar enfermedades se transforma fácilmente en ideología pseudorreligiosa que todo el mundo idolatra.

1125.35.- De familia
Dicen que nací un sábado de agosto de hace… bueno, eso no importa, de hace mucho, y me lo creo, ¿por qué no debería?, al fin y al cabo así me lo dijeron mis padres; y ellos no me engañarían, lo sé. Además tengo los ojos de mi madre –de ese azul espacio infinito que se extiende por mis cuatro globos oculares– y las manos de mi padre con sus fuertes cuatro brazos tentaculares. Sí, mi aspecto alienígena me viene de familia, pues, aunque nací en la Tierra, toda mi familia procedemos de un lejano planeta, allá en el espacio profundo, del que mis antepasados tuvieron que huir por motivos… bueno, eso tampoco importa.

1125.36.- Peligro ineludible
En una cueva despanzurrada dormitan amodorradas las crías de un titán antediluviano. El refugio está tapiado por una roca descomunal desprendida de la montaña hace eones. Los pequeños –es un decir, claro, pues los dos retoños son inmensamente más grandes que la ballena más enorme que hubiera existido jamás, quizá ciclópeos como rascacielos– están a punto de despertar del letargo; aunque para ellos un instante son mil años. Cuando eso ocurra la humanidad deberá huir, y huir lejos, muy lejos; ojalá para entonces hayan inventado algún tipo de propulsor estelar y puedan atravesar algún agujero de gusano galáctico que les lleve a lugar seguro. Sólo así se salvarán. Tan peligrosas son las crías.

1125.37.- Recorte de prensa
En un papel estucado semimate arrugado –una hoja de una revista de cuando mis padres eran novios, al menos– que envuelve una flor ya seca por el tiempo, la añoranza y el sentimiento más profundos, encuentro la foto –de un río– a colores y, a pie de ella, un texto que reza así: «Orillas del Guadalquivir. Puente de Hierro. Por aquí pasó una y otra vez la adolescencia de Gustavo, repleta de sueños, fantasías, versos y dibujos. En la casa de su amigo Narciso Campillo, quien años más tarde sentiría, ya en Madrid, conmiseración por el Bécquer arruinado y enfermo, guarda cuadernos escritos, en un arcón del desván, pensando en fabulosos editores que le darán por ellos “miles de reales”. En ese río, al que no quiso arrojarse el amigo Esquivel, ciego, casi se ahoga él un día: fue salvado por Narciso.»

1125.38.- Del otro lado
Dicen que al otro lado del puente sólo hay un bosque. Yo sé que no es cierto. Allí hay algo más. Algo innombrable, demencial, diabólico. Algo que atravesó el puente y vino. Vino del otro lado. Algo de lo que es mejor huir. Lo sé. Soy yo. Huye.

1125.39.- Custodio
Le encontré maltrecho en un vertedero de chatarra, me dio pena y me lo llevé a casa. Allí lo curé lo mejor que pude, le nutrí y le dejé dormir. Despertó casi una semana después, ya totalmente recuperado. Me saludó con un «buenos días, ¿en qué puedo ayudarte?» y desde entonces me acompaña. Le llamo Roy porque su nombre reglamentario, según la legislación vigente, es demasiado enrevesado.
Veréis, trabajo en un barrio peligroso como guarda de seguridad nocturno en unas instalaciones de energía y después del último intento de sabotaje, en el que Roy se enfrentó a los terroristas y los redujo sin causar ninguna baja mortal aunque sí algunas heridas de consideración, nadie ha vuelto a intentarlo; se ve que se ha corrido la voz. Desde entonces es mi guardaespaldas personal; sus dos metros treinta de altura y su fuerza física, varias veces superior a la de un gorila macho adulto cabreado, por poner un ejemplo gráfico, desalientan a cualquier ladrón.
Fui muy afortunado al encontrarlo, lo sé, y nunca me estaré demasiado agradecido por haberme sacado aquel Máster en Robótica Avanzada que me permitió repararlo. Sí, Roy es un Robot-IA de asalto clase Custodio, especializado en lucha de guerrillas, de los que se usaban en el ejército antes de que fueran sustituidos por los nuevos prototipos; por eso me he podido quedar con él: oficialmente fueron destruidos; legalmente son un recurso descatalogado.

1125.40.- Paradoja roncealística
¡Equiplasmático, subconfeccionado, piojoso!, me llamaban despectivos los altivos pusilánimes y disolutos, sin comprender –oh, paradoja roncealística– que me importaba un bledo lo que ellos opinaran de mí. Pues una huella arrinconada en algún lugar sin importancia es lo que queda de lo que fui algún día, evidencio sin rubor; un canto olvidado de un ave ahora inexistente clama a mi favor como abogado del diablo que no esperara agradecimiento alguno, admito ecuánime; un murmullo in crescendo, de pretendido desasosiego, nutre incólume mi humilde fama, como si acaso aquello pudiera evitar que, en ese preciso instante, renovara la potencia de mi inquebrantable conciencia de ser humano, tolero como algo inevitable, incluso saludable. Sí, así se presenta el futuro ante mí, y así le respondo gallardo sin temor a que me posterguen, porque yo estaré cuando ellos hayan desaparecido, pues nada hay más sublime que la venganza servida fría.

1125.41.- Si quisiera nombrarlo todo
Una aurora que ilumina la noche, un iceberg a la deriva al amanecer, una mirada somnolienta al despertar, un enjambre de mariposas sobrevolando un desayuno de pan con miel, un diagrama Euler-Venn de posibilidades, la escultura de una sirena en el fondo del mar, una ballena que la circunvala, una taza de té con forma de ogro, un sistema solar lejano una décima de segundo antes del colapso, la risa de un pirata, dos gigantes luchando con el agua del mar por las rodillas, unas patatas friéndose en una sartén, tres ratoncitos ciegos, la Muerte haciendo cola en una panadería, una ventana al acantilado, un brontosaurio comiendo las manzanas de un manzano, el maullido de un gatito hambriento, la entrada a un museo de arte y ensayo, una manada de renos jugando con la nieve, el grito de un hipogrifo imaginado al atardecer, un dragón que le persigue, un recorte de prensa ofreciendo un viaje en el tiempo con todos los gastos pagados, un vampiro del bosque acicalándose sobre una rama de un árbol, una senda con destino a ninguna parte, la guerra mundial, la paz mundial, el odio, el amor, en fin… ¡qué sé yo de qué va la vida! Si quisiera nombrarlo todo no tendría papel suficiente para escribirlo.

1125.42.- Hasta decirte hola
He recorrido millones de silencios hasta decirte hola.

1125.43.- Te conozco
Te conozco, reconozco tus silencios.

1125.44.- El primer suburbano
El tiempo vuela y parece que fue ayer cuando mi abuela me contaba cómo su abuelo estuvo presente en la inauguración del primer suburbano en su ciudad, allí en la Tierra, y ahora soy yo quien asisto a la inauguración del primero en Marte.

1125.45.- Unas mejoras
Necesité unos acopladores fotomagnéticos, tres matrices de plasma ionizada, un modulador de fuerza Enguit’ck subnodal, cuatro nanoimpulsores gravímetros y un esquema Tesla inducido para convertir mi viejo Volswagen Beetle GTI clásico en un turboaerodeslizador.

1125.46.- La noche es tu consuelo
¿Es acaso el sol un devorador de cuerpos? Deambulo sin rumbo, mas no perdido, por las callejuelas de la ciudad olvidada, como vampiro en el desierto en busca de la oscuridad que sana. Dime, aurora, ¿la noche es tu consuelo?

1125.47.- La pequeña tienda de chocolates
Era una pequeña tienda de chocolates y dulces; su entrada, con un elegante escaparate de estilo Art Nouveau, y sus olores a bombones recién hechos, invitaban a entrar. Dentro, la dueña atendía a los clientes con una sonrisa amable. En el sótano la bruja guardaba en la nevera los cadáveres hasta la cena.

1125.48.- Mi refugio
En lo más escarpado de la montaña hay una cueva oculta tras la cascada. Aparenta la cabeza de un tigre dientes de sable, de esos de la prehistoria. En ella me refugio cuando los dragones me persiguen. Las hadas somos sus presas favoritas.

1125.49.- Los juguetes de medusa
Cuenta la mitología griega que Medusa fue, desde muy pequeña, una superdotada, y que, con sólo unas semanas de vida, ya dominaba sus poderes y se divertía convirtiendo pequeños animales en juguetes de piedra, sobre todo sapos y ratoncitos.

1125.50.- Lápices
Aparentaban ser lápices de mina negra. Llevaban siendo fabricados en Japón desde hacía siglos con maderas de cedro, jelutong, pulai y tilo. Su dueño los consideraba un tesoro de incalculable valor. En realidad eran varitas mágicas; y, su dueño, un poderoso mago.

1125.51.- Metáfora de la vida
Los lápices, como metáfora de la vida: ellos, de madera y grafito, nosotros, de carne y sangre y alma; con ellos el pintor dibuja milagros, nosotros, como milagros de Dios; ellos se gastan, nosotros nos desvivimos.

1125.52.- Aquellas cosas
―¿Qué buscas?
―Aquellas cosas inapreciables de incalculable valor: una sonrisa, una caricia, un libro, un «hola», un amanecer, acaso un silencio.

1125.53.- Enclenque es un color
«Enclenque es un color», anuncian los pasquines de los Tiranos, un color del cuerpo transfugado en ceniza digno de un rey, aseguran, pero que nunca lucirán los que ostentan el poder y engañan con subterfugios al pueblo, pues ellos sí cenan sabroso.

1125.54.- La entrañable historia de don Raimundo Villaverde, criador de colibríes
Don Raimundo Villaverde es famoso por su bigote grande y frondoso, es tan grande que en primavera anidan en él dos colibríes. Los polluelos, al nacen, pían y pían sin cesar pidiendo más comida y don Raimundo les da néctar de flores aliñado con acelga picadita, pues dice que es su alimento favorito. Con sus picos y alas agitándose le hacen cosquillas y don Raimundo no puede parar de reír. Empieza con un ja, luego un ja-ja, y así ríe y ríe hasta que es tanta su alegría que parece que va a explotar como una bomba de nitroglicerina.

• [Nota: Este microcuento, «La entrañable historia de don Raimundo Villaverde, criador de colibríes», fue leído y elegido ganador en el programa de radio 410 de @menudo_castillo. Escuchar a partir de 2:43:30 en: https://www.menudocastillo.com/2020/01/menudo-castillo-410-un-programa-para.html]

1125.55.- Subversivo
―Últimamente la gente se ha puesto de un subversivo…
―Sí, y lo malo es que quieren quitar lo de hoy para poner mañana lo que ya fracasó ayer.

1125.56.- Dulce por ley
―¿Chocolate amargo?… No, no tenemos, señora, de hecho esta tienda no vende nada amargo, sólo dulce: chocolate dulce, sal dulce, limones dulces… Ya sabe que han prohibido por ley la amargura. Quizá si pasa el chocolate por la licuadora…

1125.57.- Dos en un beso
Dos en un beso, como realimentándose uno del otro; ilusión efímera que dura toda una vida si se cuida, si nos desvivimos por el otro como agua clara que brota poderosa del manantial del amor verdadero y que no se agota, pues cada uno se recompone como perdona, como viento que atravesara una nube y luego otra y luego otra más y en cada travesía aprendiera de nuevo a volar en libertad.

1125.58.- Una librería pequeña de libros raros
Era una librería pequeña, poco más que una habitación. En ella el librero vendía libros raros, tan raros que nadie entraba a comprar ninguno; esa fue la intención del librero: que nadie le molestara para así poder él leer plácidamente.

1125.59.- Delicatesen
Con la exploración espacial, los misioneros tuvieron que ser más precavidos de lo acostumbrado a la hora de evangelizar a algunos alienígenas. En muchos planetas, sobre todo en el cuadrante X31, los humanos son muy apreciados como delicatesen culinarias

1125.60.- Idea alternativa
–¿Chocolate? No, nuestros padres no dejan que lo probemos.
A Hansel y a Gretel no les gustaban los dulces. La bruja se quedó pensativa, tenía que idear otra cosa rápidamente o se quedaría sin cena. Sí, ya lo tenía, rellenos de embutidos también estarían sabrosos.

1125.61.- Le viene de familia
Lucrativo Van Helsing descendía, por rama paterna, del famoso Van Helsing cazavampiros, y, por la materna, de aquella Gretel que, junto a su hermano Hansel, mataban brujas; de ahí su innata habilidad delictiva, preferentemente los días de lluvia.

1125.62.- Unas gafas para ver
Parecen unas simples gafas de esas tipo steampunk, pero na, de simples no tienen nada, con sus cinco filtros radiales transdimensionales, sus catorce sensores láserretroalimentados –con su nanocolisionador de hadrones incorporado– capaces de detectar las criaturas postemporales que habitan el submundo, entre otras. Sí, son unas gafas de alucine; son el complemento imprescindible para todo agente exterminador espacio-temporal, sin ellas estaría como desvalido.

1125.63.- Mensaje
Escribía cuentos de superflua simplicidad e inocencia, de forma pura y contenido anodino, o eso pensaban las autoridades locales, de modo que no le prohibieron publicarlos. Sus lectores, sin embargo, entendieron su mensaje y vencieron en la revolución.

1125.64.- La excelencia
―¿Qué buscas?
―Busco la excelencia, la busco, no la encuentro, claro, ni por lo más remoto, por supuesto, pero la busco.

1125.65.- Palabras
―¿Qué haces?
―Imaginar palabras para vivir en ellas.

1125.66.- Los rod’athi
―Dicen que los rod’athi de alas tornasoladas y garras afiladas de seis dedos no existen.
―¿Qué sabrán esos? –me dijo un amanecer de primavera un rod’athi de alas tornasoladas y garras afiladas de seis dedos.

1125.67.- Han llegado
―¡Llave de gradiente al 47%!… Abran reguladores de tugsteno… ajusten sensores al 97%… matriz asein’w de plasma al 15%… ¡amaramos!… Preparen escudos vitales…
Y la nave estelar alienígena se sumergió en el mar terráqueo como una botella.

1125.68.- Cuento y me descuento
Cuento y me descuento por la rampa que sube y baja a la derecha y gira en oblicuo a la izquierda y se detiene en marcha y marcha a pie enjuto entre abedules en flor en un silencio embarullado que canta un cuento que me descuento.

1125.69.- Cada día
Cada día escribía una línea de un cuento, un poema susurrado por la brisa, quizá una palabra, acaso un cuento entero; cada día borraba algo de lo escrito ayer; cada día la mente le da vueltas y le lleva a mundos que sólo ve él; cada día escribía sobre ello, o no.

1125.70.- Piratas estelares
Cangrejo O’Sulivan mira por los ventanales y ve todo el puerto espacial: sus dominios, en aquella nebulosa de asteroides, donde los piratas estelares hacen sus sucios negocios al margen de la ley. A lo lejos se oye un trueno, se ve un relámpago.

1125.71.- Rayos que iluminan
En lo oscuro del profundo espacio, infinito hasta más allá de donde sale la luz que incide en la niña de mis ojos, observo incontables puntos de luz parpadeante, estrellas aglomeradas como arena de la playa; y de cada uno de ellos, un rayo que ilumina mi imaginación.

1125.72.- Lo que se ve, o no
Sólo describiendo lo que se ve, o lo que no, como un notario con su registro, nada más, nada menos: un libro de viajes a medio encuadernar, algún mapa sobresaliendo, algunas hojas garrapateadas; la caricatura de un gato siamés, sus ojos claros, sus colmillos afilados; una tienda de campaña al anochecer, una luz en su interior, un fantasma circunvalándola; un cuadro de Degas, una impresión descansada, un aroma a pintura; por un sendero nevado caminan en formación una bandada de gansos, parecen cantar, sus huellas; un faro tatuado en el tentáculo de un kraken, un grito, un silencio, sangre; una tortuga de colores; en el desván de una casona abandonada, un armario, las puertas cerradas impiden que se escape el monstruo; un sello de lacre rojo custodiando una carta de amor nunca entregada; cosas, verdades, mentiras, un amanecer.

1125.73.- Una ola de increíbles efectos inesperados
Aquella mañana la avestruz del zoo tenía cabeza de caballo; el elefante, nariz octópoda; la tortuga, orejas de murciélago; al buey, con cuerpo de gorila, le había aumentado tanto la inteligencia que usaba incluso chaqueta y monóculo; el puma negro tenía cola de pavo real; al gato de mi vecina le salieron alas de águila, y así todo… ¡No me lo podía creer!, era como vivir dentro de un anime japonés de esos postapocalípticos tras una destrucción planetaria. Y es que la ola de plasma solar que atravesó la Tierra la noche anterior tuvo increíbles efectos inesperados.

1125.74.- Buscando fantasmas
Desde hace algunos días se ha corrido la voz por la ciudad de que, al parecer, la casa abandonada que hay a las afueras, la de la colina del árbol centenario, está embrujada, pues en ella, dicen, habitan fantasmas, y me he puesto muy contento. Desde entonces todos los días, al anochecer, me acerco a la casa y la observo detenidamente; incluso me he atrevido a entrar en ella, a pasear por sus pasillos y sus habitaciones, pero no veo nada extraño, y, por supuesto, no he logrado ver ningún fantasma. Siempre he querido ver fantasmas. Por eso cada día regreso a mi casa, triste y decepcionado, y me siento en mi sillón favorito y veo la televisión –o mejor dicho, intento sintonizar sus ondas, pues es tan vieja…–, o deambulo cabizbajo por los pasillos y habitaciones, por el sótano o por el desván. Siempre he querido poder ver un fantasma, estar con él, charlar… Porque es muy aburrido ser el único fantasma de mi casa, ¡si acaso pudiera jugar con otros como yo!…

1125.75.- Entre vórtices
Viajando por senderos infructuosos camino del refugio, el automóvil atraviesa un vórtice de ingravidez. Sus turbinas gravitatorias inhiben, en cierta medida, el impacto dentro de auto, pero a su alrededor sorprende ver cómo todo lo que no está anclado al suelo, flota o sale volando hasta perderse entre las nubes. Aquel planeta al que acababan de llegar guardaba aún infinidad de sorpresas.

1125.76.- Vecinos… de esos
Era una mañana soleada de primavera, sábado, creo recordar, y salí a comprar el pan; llamé al ascensor. Bajaba ocupado con un par de vecinos, de esos que se creen de postín, de los serios que les cuesta hasta saludar. Entré, y con una sonrisa sincera, os lo aseguro, les saludé: «hola, buenos días». Quiero creer que murmuraron algo, pero no les entendí bien, lo mismo podía ser un «hola» que un «ahí te pudras», ya me entendéis. Lo cierto es que lo veía venir, así que no le di importancia… ‘peor para ellos’, me dije. Por eso también ignoré, por sabido, lo que les oí comentar cuando nos despedimos… bueno, cuando me despedí yo de ellos… y les escuché lo que se decían cuando estaban ya a unos pasos de distancia: «son gente rara, ¿no?», dijo ella; «sí, todos en esa familia son así… amables», le respondió él con tono hastiado, y sus risas de superioridad se diluyeron entre los motores de los coches. Quiero pensar que no se referían a mi familia y a mí. Les tengo lástima.

1125.77.- Una ardilla salvaje
Resultaba realmente sobrecogedor y eso que no era más grande que una ardilla, de hecho tenía el tamaño y la cola de una ardilla, pero tenía la piel a rayas como la de un tigre de Bengala, y su cabeza era la de un tigre en miniatura; por eso, cuando rugía, sobrecogía.

1125.78.- Entrenamiento
―¡Cesto arriba!… ¡con fuerza!… ¡nooo, cúbrete!… bien… esas piernas… atrás… con la izquierda… bien, remata con la derecha… vale; ahora id a curaros las heridas.
―¿Cuándo lucharemos ante el César, maestro?
―Cuando lo diga la Asociación.

1125.79.- La verdad inmanente
En el silencio de la noche oscura reconocemos la verdad inmanente al pecado original. Es, sin duda, la hora de luchar por los valores que dieron sentido a la vida, a toda existencia. Ya no entraña valor alguno el oráculo de las tres brujas, ¿acaso a Macbeth le sirvió de algo cuando vio avanzar el bosque? Siempre hemos sabido lo que hay que hacer, pero qué pocas veces lo llevamos a cabo; y no es por falta de ejemplos a seguir, no: ahí tenemos a los gigantes agitando sus aspas al viento; ahí, el Monte del Destino donde destruir el anillo; ahí, la cruz donde morir… y resucitar. Pero nuestra cobardía nos amarra sin permitirnos acercarnos. Queremos ser don Quijote, pero nuestra falta de locura nos lo impide; queremos ser Frodo, pero no podemos con el peso de la culpa; queremos ser Emmanuel, pero es demasiado para nuestros hombros. No, no podemos. No podemos ser don Quijote, pero podemos… no, debemos ser Sancho Panza; no podemos ser Frodo, pero debemos ser Sam; no podemos ser el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo… pero debemos ser el cireneo, sí, eso sí, el cireneo sí, y caminar junto a Él.

1125.80.- Mucho más
―Lo recordaba como una obra de arte, pero es mucho más.
―¿El qué?
―Mira, el amanecer.

1125.81.- Un verdecillo
Un verdecillo revolotea entre las ramas de un árbol de hojas rojoanaranjadas; se posa en una rama y picotea distraído y de un salto baja al suelo; el musgo verdeazulado sirve de cobijo a pequeños insectos y el verdecillo lo sabe.

1125.82.- En cada página
En cada página un haiku, arriba en un rincón, o abajo, incluso en medio, luego en oblicuo, en la misma página, un microcuento de ogros y gigantes, por ejemplo, quizá incluso dos, el otro es de una luciérnaga que ilumina la noche y un grillo; y así todas las páginas.

1125.83.- Llaman
Entre unas tejas del tejado de mi casa dormita de día un murciélago, todo negro, boca abajo, abrigado con sus alas, agarrado con sus garras; de noche baja a tierra, llama a mi puerta y me pide permiso para entrar en mi habitación. Drácula tiene los ojos rojos.

1125.84.- En un bosque inalcanzable
En un bosque inalcanzable habitan ogros y hadas, duendes y dragones rojos. Un amanecer de primavera tardía un o’radtin de alas color miel revolotea entre rosas de pitiminí, y al cruzar el río bravo juega con el agua y se refresca.

1125.85.- Aleatoriedades
Desde mi bisabuelo Recaredo, algunos de mi familia hemos salido algo vampiros; ya sabéis, son esas aleatoriedades que tiene la genética. Al parecer, dicen que su tercera esposa era una vampiresa.

1125.86.- Intereses económicos primero
Piedra pómez por doquier. Sí, así lo atestiguan las sondas robotizadas. Piedra pómez en la superficie; mas, bajo tierra, coltán. ¡Este exoplaneta es un filón! ¿La ecosostenibilidad?… ¡bah! Bien, comenzaremos la explotación minera tras la siesta.

1125.87.- Prima conexio
Tuvieran los cielos clamores tremebundos, acaso, dicotomía espectral de enfermedad y esperanza, elegancia primigenia de un ente capaz de encender el alma muerta y transmutarla en fuego vivo, eterno, predicción del oráculo. Pues el mar –sus criaturas– presiente su existencia como cumplimiento de una leyenda que llegara a su consumación. Y cuando así fuera, si fuese menester, una secuencia de sucesos acaece sin pretenderlo: en la noche clara las luciérnagas descampan lloviznas como centelleantes chisporroteos; en la niebla mañanera los ciervos braman profundo, y así, inaugurando la prima conexio que dio principium a todo, se hace todo nuevo.

1125.88.- Un amor entregado
En un rincón de la librería un libro ajado por el tiempo. Entre sus páginas 96 y 97 una flor marchita, testigo de un tiempo pasado, olvidado, de un amor entregado, de un suspiro, de un beso, de un ‘hasta luego’, de un ‘te quiero’; un marcapáginas.

1125.89.- Ceremonia solemne
Y la estación espacial surca los espacios profundos en un éxodo obligado en busca de otro hogar. Y tras la ceremonia solemne, de su interior parte el cadáver de un fallecido, como antaño se tiraban al mar, desde los barcos, navegantes.

1125.90.- Falsas consideraciones
Él se consideraba heredero de los takfūr árabes, sucesor de los tagevor y legatario, por tanto, de la dinastía de los míticos reyes armenios, sucesor del rey León I de Armenia, Señor de las montañas. La verdad es que sólo era un simple tahúr.

1125.91.- Un cartel a la puerta
―No me atrevo a entrar pues hay un cartel a la puerta que advierte que está prohibido, así que me quedo afuera y la miro.
―¿Dónde está?
―Eso no tiene importancia.

1125.92.- Cosas que nunca diré
―¿Qué escribes?
―Cosas que nunca diré.
―Dime una.
―No puedo, son cosas que nunca diré; tendrás que leerlas cuando lo termine de escribir.

1125.93.- Un hobby
Desmonté el jet a reacción y, realizando ciertas modificaciones en la turbina, añadiéndole al propulsor una matriz antigravitatoria, y otras cosas más que no diré, construí un automóvil estelar. Con él viajo entre las estrellas. Ayer estuve en Orión.

1125.94.- Autoría
En una exposición de arte. Delante de un cuadro. Dos personas, un hombre y una mujer, comentan el cuadro.
―¿Es un chimpancé, verdad? –dice él.
―«Un autorretrato» –lee ella el título de la obra.
Ambos se quedan boquiabiertos, dubitativos.

1125.95.- Adiós, hogar
Me acerco a la ventana y miro fuera. Allá, a lo lejos, la Tierra se marcha, marchita, para no volver. La hemos roto, por nuestra incapacidad para amar, por nuestro egoísmo. Viajamos en busca de otro hogar que nos acoja. ¿Esta vez prometemos cuidarlo?

1125.96.- Asignaturas especiales
Historia de la magia.
Transfiguración.
Pociones avanzadas.
Manual del cuidado personal de la escoba.
Herbología.
La varita y sus secretos más profundos.
Venenos y sus efectos.
Adivinación.
Quiromancia avanzada y sus peligros.
Conjuros inquebrantables.
―¿Estudias?
―Sí, en la UNED.

1125.97.- Mañoso
Tras las reformas que hice en la cocina, al abrir el grifo de agua salían bocanadas de fuego, como las de un dragón; a partir de entonces usaba el fogón como ducha. Es que estoy hecho un manitas.

1125.98.- En los tapices
En los tapices distribuidos por las paredes del castillo se narra la leyenda de un caballero de otros tiempos, que, a lomos de su dragón, desfacía entuertos, salvaba vidas inocentes y mataba gigantes; todos ellos, sabiéndolos mirar, conforman, además, un mapa encriptado, un mapa con la localización exacta del valle de los dragones que mi antepasado encontró en uno de sus viajes por aquellas tierras extrañas ahora olvidadas.

1125.99.- Sorpresas de enero
Enero siempre me trae sorpresas: un dragón sobrevolando mi casa, el día 5; la nave alien que aterrizó en mi jardín, el 12; el 25, un cortocircuito en la nevera provocó un agujero negro en mi cocina; cosas asombrosas, ¿imaginadas?, y yo soy feliz.

1125.100.- En las noches de luna llena
En las noches de luna llena es cuando más claramente se ven los monstruos marinos.

1125.101.- Soledad Collingwood
Soledad Collingwood, natural de Northumberland, Inglaterra, esposa del 2º Barón Collingwood –comandante de la Royal Navy, que alcanzó fama y gloria en la batalla de Trafalgar–, fue una gran aventurera; tenía de mascotas un tigre y un chimpancé.

1125.102.- Repasando la historia
―Entonces… la humanidad creó a los robots. Los robots se rebelaron y hubo una guerra. Los robots crearon más robots y estos más robots y estos más robots con mucha más rapidez que los humanos engendraran más humanos que tuvieran la edad suficiente para ir a la guerra, así que…
―Eso es, fue una guerra desigual; mira, el tiempo medio que tarda un robot en crear otro robot es de 17h 35min, si se da prisa, incluso menos; mientras que un humano, bueno, dos, tardan unos 16 años, incluso más, en crear otro soldado humano; así no se puede ganar ninguna guerra.
―¡Claro, ahora lo entiendo!… Por eso pasó lo que tenía que pasar… que ganamos la guerra por abrumadora mayoría y extinguimos a los humanos, ¿verdad, papá?
―Eso es, hijo. ¡Ale, a dormir!, que mañana tienes examen de historia.

[FIN]

‘Si quisiera nombrarlo todo’ y otros cuentos sin importancia [Enero-2020]
©Luis Jesús Goróstegui Ubierna
@ObservaParaiso
#CuentosSinImportancia


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...

En tiempos frágiles

09 Sábado Ene 2021

Posted by luisgoros in Cuentos sin importancia

≈ Deja un comentario

Etiquetas

Cuentos sin importancia

[Un #cuento, de Luis J. Goróstegui, para el #viernesnarrativo43 de @M4627C]

En tiempos frágiles

En aquel tiempo ubérrimo –y aún de ignorancia supina que me tocó vivir– comprendí que tenía que hacer algo –y urgente– para que mi frágil convivencia con la humanidad no diera de bruces con su extinción. Busqué consuelo en libros milenarios de escritura en bustrófedon; hallé espejismos, fugaces eso sí, que dieron a mi existencia un quimérico simulacro, pletórico es cierto, pero poco más; la música ya no me hablaba; el silencio parecía huir de mi lado como alma que lleva el diablo, lo reconozco; el otoño lloraba al verme; el invierno… el invierno me gritaba adrede, soez entre tormenta y tormenta, con el frío y la nieve como armas arrojadizas que me traspasaban el corazón como espada legendaria de inverosímil verosimilitud –valga la cruel redundancia de reminiscencias bíblicas–. Busqué con quién debatir verdades incuestionables que lograran encender en mí siquiera aquella ascua remanente que sabía que aún tenía como tesoro de niño escondido en lo más profundo de mi ser inmortal, pero fracasé –no, no fue culpa tuya, amigo mío–, lo reconozco, como náufrago que se percata sin remedio de que sólo tiene agua a su alrededor y monstruos merodeando bajo sus pies desnudos. Puse en la gramola de mi abuelo melodías de aroma navideño, pero na; busqué entre las estanterías de discos alguno de jazz orquestal que me aliviara, pero quia, menos si cabe; inventé, incluso, una gramática propia de memoria aramea-grecolatina que diera algún sentido a mis pensamientos erráticos e inconexos, y aún así vagabundeaba sin rumbo, y aún perdido, entre el maremágnum de incomprensión y el desprecio convulsivo que me acechaba inmisericorde por doquier cada nanosegundo de mi vida. Pero todavía cabía una opción, ilógica si queréis, pero factible en teoría –al menos así lo veía–; y, aunque con un desfasaje impropio de alguien de mi condición estelar, dejé escrito en letra cursiva mi última voluntad, por si a alguien le pudiera servir mi experiencia. «Querido Diego, amigo mío, si acaso llegaran a tus manos estas últimas líneas mías, que sepas que estoy bien, que he logrado alcanzar al final la gloria prometida por mis antepasados…», comenzaba diciendo sincero a quien me socorrió fraterno al toparse conmigo una mañana de ventisca y frío. ¡Ah, si no hubiera sido por él…! Pues mi llegada a la Tierra fue casual pero aún así prevista por mis mayores que me enviaron en peregrinación. Aquí me consideraron un filósofo loco, un místico ilógico, un científico quimérico, acaso, pero todo lo daba por bien gastado con tal de avanzar y abrir camino. Soy consciente de mis limitaciones y de que hice lo que estaba en mi mano y de que logré cierto éxito –no carente de falsa humildad, lo sé–, que computó en mi favor. Fue por ello que, en un último esfuerzo, un amanecer de verano, cuanto mi tiempo llegó a plenitud, alcancé a trenzar un ramillete de rayos de sol y me transporté como estrella fugaz en alejamiento gravitatorio hacia mi hogar entre las estrellas, de donde provine hace eones. ¿La humanidad? La humanidad no depende de mí –y eso que logré para ella una segunda oportunidad–, pero sé que tendrán noticias nuestras de nuevo. Dios quiera que estén preparados para entonces.

Luis J. Goróstegui


Compartir:

  • Facebook
  • Twitter
  • Más
  • Imprimir
  • LinkedIn
  • Pinterest
  • Pocket
  • Tumblr
  • Reddit
  • Correo electrónico

Me gusta esto:

Me gusta Cargando...
← Entradas anteriores

Todas las entradas de este blog (en orden descendente, desde la más reciente a la más antigua):

LUISGOROS

Nº de visitas:

  • 484.061 visitas

Etiquetas:

Agatha Christie Akane Alcarohtar-Túlier Vanövath Venkerhaë Alto Consejo Inter-Galactico Alyamär aniversario Apolo Apologista de Dios Apologista de la vida Arishü Kihoru Ir'lye Arte de Japón Astaldë asuncionistas Auschwitz Basílica de San Pedro Belén Bernini Biblia C. S. Lewis Calcuta Caravaggio Carl Heinrich Bloch carta Cartas del diablo a su sobrino Cartas de Santa Teresa de Lisieux castillo catolicismo catolico cine Ciudad de la Inmaculada comic Concilio Universal creación de Dios creador de vida cristiano crucificado Cuando escribo Cuentos sin importancia Cuestión Sydëy David demonio Dios discurso dragón Einstein El Caballero de la Inmaculada El fantasma de mi desván Enemigo Enyë Lypëh Omäck Escrutopo escultura ESDLA ESSYLLT estigmas fantasmas fe Feliz Año Nuevo FELIZ NAVIDAD Frankenstein François Truffaut G.K.Chesterton Gandhi Ghibli Groucho Marx gruta Haiku Harkin Galve Foavarno Hayao Miyazaki Herbert James Draper Hipótesis Hiroko Hiroshi Yoshida Historia de un alma Hitchcock Hobbit Hoshi Kihoru Larak Humpty Dumpty iglesia Iliá Repin Inmaculada Concepción Inysë Nytherkin Drytas Isaac Asimov Isseching de Ala Roja Jesucristo José Juan Evangelista Juan Pablo II Juan XXIII Julio Verne La Milicia de la Inmaculada Las enseñanzas de Fray León Leonardo Da Vinci libro Lourdes Madiba Madre Teresa Manuscrito B mar Martin Luther King María Magdalena Maximiliano Kolbe Medalla Milagrosa Miguel Angel Misioneras de la Caridad Miss Marple Moisés mártires Navidad Nazaret Necrópolis Nelson Mandela Nólewën Ohtar Onthar Orugario Pablo Domínguez Padre Brown Padre Pio papa Francisco Poirot Poncio Pilato Postales de otros tiempos Propulsor Quiroga Resurrección rezar robot Robot Shiro Rodin Rosario San Francisco de Asís San Pedro Santa Teresa de Jesús Santa Teresa de Lisieux Seibo No Kishi Sentencias Extrínsecas Shakespeare Sherlock Holmes sirena Snoinë Sumo Soh•ferím Sábana Santa Tierra Media Tolkien Ukiyo-e Usagi Aiyangār Varyallë Vaticano Velázquez verdad Viaje al centro de la Tierra Virgen de Fátima virgen María William-Adolphe Bouguereau Ángeles Íriwë

Facebook: Observando el Paraíso

Facebook: Observando el Paraíso

Sígueme en Twitter:

Mis tuits

Introduce tu dirección de correo electrónico para seguir este Blog y recibir las notificaciones de las nuevas publicaciones en tu buzón de correo electrónico.

Únete a 1.199 seguidores más

Calendario:

febrero 2021
L M X J V S D
1234567
891011121314
15161718192021
22232425262728
« Ene    

Cuentos sin importancia.

Mis 'Cuentos sin importancia'. Pincha en la imagen para leerlos.

Mis 'Cuentos sin importancia'. Pincha en la imagen para leerlos.

Haiku.

Mis 'Haiku'. Pincha en la imagen para leerlos.

Mis 'Haiku'. Pincha en la imagen para leerlos.

Hipótesis – Relatos de ficción.

Mis hipótesis. Mis pequeños relatos.

Mis pequeños relatos. Pincha en la imagen para leerlos.

Sentencias Extrínsecas.

Sentencias Extrínsecas.

Sentencias Extrínsecas. Citas de ficción.

Las enseñanzas de Fray León.

Las enseñanzas de Fray León.

Las enseñanzas de Fray León.

Archivos

Categorías

Las entradas más visitadas en los últimos dos días:

•	Cronología de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
•	La Inmaculada Concepción y Santa Bernadette Soubirous.
727. Mi amigo Clodomiro
•	Leonardo, Raphael, Michelangelo y Donatello.
•	Ninfas y Sátiro, de William-Adolphe Bouguereau.
•	El entierro de Cristo, de Carl Heinrich Bloch.
•	Monólogo de Cyrano de Bergerac: “NO, GRACIAS”.
•	La Virgen rodeada de ángeles, de William-Adolphe Bouguereau.
•	Desengaño, de Francesco Queirolo.
•	La Modestia, de Antonio Corradini.

Blogs destacados

  • Artecarracedo
  • Blog de animación-film-fotografia – Halcyon realms
  • Blog de Francisco Javier Tostado
  • Blog de Urielarte
  • Calle del Orco – Cartas de Escritores.
  • Ciencia historica. Blog de Jesús G. Barcala.
  • Colección de ilustraciones.
  • Cuaderno de retazos – sobre arte chino y más.
  • El arte de la literatura.
  • El espacio de Chus.
  • El tiempo habitado
  • Estate un rato.
  • Estudios de paleografía – Marcia Villar.
  • Hilanderas de Almas
  • HipnosNews – Historia.
  • Information2share
  • La medicina en el arte
  • Lector Constante
  • Los caprichos de Julie Delpy. Programa de radio.
  • MAR INSIDE – POR UN MUNDO MEJOR.
  • Pandawicked – fotografia
  • Para vos nací – Teresa de Jesús
  • Perdidos en el sofá – Juan Palma
  • Redalmados
  • Ser persona
  • Ser un ser de luz
  • Siguiendo a Letamendi: Arte y medicina.
  • Tagirrelatos
  • Teatro de los sueños. Blog de Jose A. Guijarro.
  • Tu lisa yo conda

Ciencia

  • Blog de astrofísica y ciencia de Daniel Marín
  • National Geographic
  • Revista "Muy Interesante"
  • Universo Cuántico

Cine

  • Blog de cine de Sergimgrau
  • Cine con alma
  • Cine de animación Disney
  • Cine divergente
  • Cine Pantalla90
  • El Tiempo Ganado. (cine)
  • Esto es un caracol y derrapa
  • Filmaffinity – cine
  • Los animes de Magrat
  • Los ojos del lobo
  • Mirada de Ulises
  • Nascaranda – Plared
  • Studio Ghibli segun el comentarista
  • Tururu de Cine

Religión

  • Centro Español de Sindonologia – Sabana Santa de Turín
  • Ecwiki – Enciclopedia Católica Online.
  • Infocatolica
  • L'Osservatore Romano
  • Milicia de la Inmaculada (España)
  • Vistas en 3D de la Sábana de Turín – Thierry Castex
  • Yo rezo x el papa

inmaculado Corazón de María:

fatima-foto73-inmaculado corazon de Maria

Sagrado Corazón de Jesús:

Sagrado Corazon de Jesus - foto1

Jesús de Nazaret:

jesus de nazaret-foto1

Jesús y María:

virgen maria - foto1

La Medalla Milagrosa:

Medalla Milagrosa - 2

Mosaico: Una selección de las mejores imágenes de este blog. ¿Cuales te gustan más?

papa-sabana-santa-caravaggio
Nativity
Rupnik-1
junipero-serra-7-estatua capitolio USA
hipotesis13-3lunas2
medallamilagrosa-final
NormanRockwell9
26chica-con-gafas
disney35-Hercules7
disney19-ellibrodelaselva5
hipotesis29-mapa2
Sea melodies (detail) 1904 - by Herbert James Draper
Alfons Mucha12
papa PabloVI - foto3
7chica-pensando
julioverne12-vuelta al mundo en 80 días 2
Madre Maravillas de Jesus-2
El Beso de Rodin-4
Basilica de San Pedro - foto70-exterior de noche
Desengaño, de Francesco Queirolo - foto1
Resurreccion-5
top10-3-ESDLA
Resurrección del hijo de la viuda de Naín por Mario Minniti3
Mafalda-7
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep6-cartel6
Miguel Angel - obra4
top10-cab1b
14puñetazo
Jian Guo2-a_long_long_adventure_with_hobbit
Piedad-miguel-angel1
leonardo-1
carta26
Leonardo da Vinci - retrato1
15portada-asimov
hipotesis23-libro 6b
FamiliaMonster43
hipotesis5-Hiroko Matsumara Osagawa
la mano de dios - rodin - 10
6caballero-en-dragon
Santa Teresita - estampa3
Caballero de la Inmaculada - Rycerz Niepokalanej - 1932 - N12
12rosairo
aereonave1
hipotesis27-hada1
la tierra vista desde la estacion espacial1b
Dante y Beatriz a orillas del Leteo - completo
La Crucifixion de Jesús de Carl Heinrich Bloch
ponyo3
agatha-christie-autobiografia-editorial-molino
disney30-La bella y la bestia1
hipotesis29-mapa3
fondo ghibli-Kazuo Oga_2
disney53-Frozen El Reino del Hielo5
Burnand,Eugene (1850-1921)
Rafael-Transfiguration
fatima-foto73-inmaculado corazon de Maria
ponyo1
Rafael_La_scuola_di_Atene
Popieluszko - foto1
disney31-Aladdin3
sabana santa - dorsal1
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep5-cartel3
disney21-Robin Hood7
cocinero-ratatouille
disney50-Tangled2
4chica-sangre
Bernini_extasis_santa_teresa_14
pixar6-increibles13
San Francisco - 22
Anunciacion de Goya
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep5-cartel4
Alfons Mucha20
hipotesis14-robot rakssymariposa
Margaret Rutherford1
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep5 - jap-det1
pixar4-monstuos1
disney35-Hercules4
Tolkien - foto6
salvador-dali-cristo-de-san-juan-de-la-cruz2d
Miguel Angel - obra2
hipotesis12-Robot-hombre3
julioverne6-Veinte mil leguas 5
hipotesis30-galaxia1
jesus de nazaret-foto1
disney35-Hercules11
hipotesis-yo escriba
hipotesis28-bosque1
sabana santa - frontal1
22mapa1
disney21-Robin Hood3
Alfons Mucha14
monalisa1
CS-Lewis[1]
pixar13-Brave8
Ivan Bilibin - caballero rojo
2chica-con-gato
28groucho1
Santa Teresita - detalle5
David de Bernini - foto15
alicia - sombrerero1
Felipe VI Rey de España - foto10
julioverne2-viaje al centro de la tierra2
disney17-101dalmatas11
julioverne14-La isla misteriosa 6-Captain Nemo from The Mysterious Island by Jules Verne illustrated by N. C. Wyeth 1918
Mandela31
Portrait of a young Lady by Leonardo da Vinci
Shuntei Miyagawa 10
1951-Intriga en Bagdad
Rupnik-10-sala capitular de la Almudena
Es-el-enemigo
Vasily Polenov-Cristo y la mujer sorprendida en adulterio-1
disney50-Tangled4
hipotesis31 - nave Akiari-1
Anunciacion - cab
5julio--juan-pablo-ii-foto1
A 3852
Pope John Paul II and Cardinal Stefan Wyszynsk
Raphael_-_Madona_of_the_Fish
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep4-cartel1
Resurrección del hijo de la viuda de Naín por Mario Minniti5
observar las nubes1
Piedad-miguel-angel2
Cita de San Francisco - Abrazando al Crucificado de Murillo
Kolbe - foto149 - Nagasaki - 1935
Entierro de Jesus - Carl Heinrich Bloch
danae-rodin-1885-5
Popieluszko - cab1
Ohrai Noriyoshi - Star Wars - foto1grande - det1
hipotesis30-coches volando en la ciudad1
hipotesis33-cara robot1
Miguel Angel - obra1
La Transfiguracion - Carl Heinrich Bloch
La Pasion de Cristo - piedad
hiroo-isono2
Rafael_Estancia_del_Sello_(La_Disputa_del_Sacramento)
7maravillas-f2
Gran ola de Kanagawa-peque
fondo ghibli-kazuo oga-1280
disney52-Wreck-It Ralph1
Tolkien - foto16
La Virgen rodeada de ángeles - foto1mediana
top10-1-biblia
disney50-Tangled3
natividad_3 - NACIMIENTO DE XTO-Giovanni Tiepolo-BARROCO-1732
gandhi4
disney32-The Lion King2
Fahrenheit 451-11
Entierro de Jesus - det1 - Carl Heinrich Bloch
primer aniversario papa francisco0
Virgen_del_Pilar_sin_manto2
ellibrodeEli3
Cristo de Minerva de Miguel Angel 1521
Inmaculada Concepción en Roma - foto10
Retablo_del_cordero_mystique
Herbert_James_Draper,_The_Sea_Maiden-1
disney35-Hercules8
disney38-Fantasia 2000-8
moises-de-miguel-angel1d
julioverne6-Veinte mil leguas 7
William-Adolphe_Bouguereau_(1825-1905)_-_Nymphs_and_Satyr_(1873)_HQ
Lourdes27-que soy era inmaculada councepciou2
Kolbe - foto67 - 1919 - foto pasaporte
disney41-atlantis The Lost Empire6
Akita-foto44
Lourdes31-virgen4
legend4
santateresitalisieux20
Albert_Einstein
cropped-observando-el-paraiso-ballenas-entre-nubes1.jpg
totoro6
Annunciation_Henry_Ossawa_Tanner_1898-foto1
julioverne-a
disney47-Descubriendo a los Robinsons3
gustave-dore-don-quixote-0011
Herbert_Draper_-_The_Lament_for_Icarus_-_1
Bakhita15b
IF
IF
Sea melodies (complete) 1904 - by Herbert James Draper
disney53-Frozen18
LA BÚSQUEDA DEL PÁJARO DEL TIEMPO1
padre-Pio700-dibujo
Alma Tadema - Pandora-1881
Ohrai Noriyoshi - Star Wars ep6-cartel5
Estrella1
santa Clara de Asis
El buen samaritano de Teofilo Patini
hipotesis9-sirena1
Stefan Wyszynski-foto_14
madreteresa-mano con rosario1
disney52-Wreck-It Ralph3
0563B_ 013
Yo_rezo_el_Rosario__01
Annunciation_walter-rane-foto1
Aivazovsky - La novena ola 1850 - mediano
Resurreccion-4
primer aniversario papa francisco5
Resurreccion-7
Rafael-La_Perla
A 4158
Resurreccion hija de Jairo - Ilja_Jefimowitsch_Repin_013
Tolkien - foto48 - El proposito de la vida cf
Rafael_Le_Grand_Saint_Michel
Tolkien - foto47b-cabecera con textomioygandalf
Natividad_1-CAMINO DE BELEN.ANÓNIMO SIGLO XVII.
29groucho2
disney41-atlantis The Lost Empire13
sudario de oviedo - foto1
papa-sabana-santa2-horizontal
santateresa-0-retrato
hipotesis7-Usagi Aiyangār Shimedzu2
Cristo de Minerva - foto4